El primer ministrio italiano, Mario Monti, durante una reciente comparecencia de prensa. :: A. PIZZOLI / AFP
Economia

¿Por qué nos atacan?

Los efectos de las medidas del Banco Central Europeo se agotan y los ajustes estrangulan el crecimiento El saneamiento bancario y las metas presupuestarias provocan desconfianza

MADRID. Actualizado: Guardar
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Los especuladores han vuelto a la carga antes, incluso, de que el Gobierno del Partido Popular cumpliera los cien días de mandato. La ofensiva contra la deuda soberana española, que cedió ante la expectativa de que el poder cambiara de manos, se ha recrudecido en unas pocas jornadas.

¿Por qué nos atacan?

Los vilipendiados mercados no son otra cosa que los inversores que nos financian. En busca de mayores ganancias, suelen presionar a los más débiles, de manera que cuando un país empieza a sufrir porque no inspira confianza, si no cuenta con apoyos externos extraordinarios, el dinero le cuesta más caro y sus dificultades se agravan. Por razones distintas, tres socios del euro, Grecia, Irlanda y Portugal, tuvieron que ser rescatados. Las siguientes piezas a abatir son Italia y España, con deuda elevada (Italia) y déficit galopante (España).

¿Sirvieron para algo los sacrificios de mayo de 2010?

El paquete de medidas de ajuste que el Gobierno socialista aprobó el 12 de mayo de ese año evitó que España fuera intervenida e incluso permitió el arranque de una etapa de lenta recuperación económica. No se abordaron, sin embargo, los cambios necesarios en el sistema financiero, y el lastre del ladrillo fue reduciendo el crédito. A mediados de 2011 las políticas de austeridad empezaron a ralentizar el consumo y la inversión, mientras el desempleo proseguía su escalada.

¿Hemos estado a punto de rescate?

La Unión Europea intentaba sacar adelante, con lentitud y torpeza, el proceso de salvamento de Grecia, cuando una nueva ofensiva especuladora se abatió el pasado verano sobre los mercados. El 25 de noviembre de 2011, los costes de financiación se dispararon para el Estado español por encima del 7% y la prima de riesgo -diferencia de rentabilidad de las obligaciones a diez años respecto al bono alemán del mismo plazo- se alzó por encima de los 460 puntos básicos. El rescate o el impago eran las alternativas.

¿Qué razones hubo para el alivio del arranque de este año?

El Banco Central Europeo adoptó medidas extraordinarias que actuaron como un bálsamo para la deuda española. Ya el pasado otoño, la compra de bonos italianos y españoles en el mercado secundario atenuó la presión especuladora. Pero fueron las dos subastas realizadas por la institución monetaria para aportar liquidez a los bancos con préstamos a tres años al 1% de interés las que hicieron posible que las entidades españoles se hicieran con ingentes recursos con los que compraron títulos nacionales de ese mismo plazo. Entre diciembre y marzo, la deuda española presente en su cartera aumentó de 70.000 a 142.000 millones. La fuerte demanda de bonos y obligaciones permitió al Tesoro obtener en apenas tres meses el 47% de la financiación a medio y largo plazo que precisa para el conjunto del año.

¿Hay causas para una nueva ofensiva?

La suma de la deuda privada y la deuda pública española equivale a tres veces el Producto Interior Bruto. Las empresas y las familias han logrado rebajar sus débitos en los últimos años, mientras el sector público se ve forzado a aumentarlo, si quiere cubrir el déficit y las amortizaciones. El sector financiero también tiene que acudir al mercado mayorista para obtener, por la vía ordinaria, los recursos que luego presta y que permiten mantener la actividad. La desconfianza en el logro de los objetivos presupuestarios y en el saneamiento bancario han puesto de nuevo a España en el punto de mira.

¿Quién nos apoya?

Los dirigentes de dos países vecinos, Francia e Italia, intentan evitar el contagio con manifestaciones poco afortunadas. Mario Monti declaró que España estaba dando «motivos de gran preocupación» a Europa. En plena campaña electoral, el presidente galo Nicolás Sarkozy ha advertido a los franceses de que, si no aplican el rigor fiscal, pueden verse sacudidos por la misma crisis de confianza que sufre España.