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¿Felicidad sin fraternidad?

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Resulta impactante comprobar, con ocasión de los aburridos fastos bicentenáricos, hasta qué punto la euforia nubla la razón y tuerce el análisis. El resultado es el éxito de un concienzudo y rentable (para quienes lo propalan) merchandising generalizado en detrimento de un mínimo exigible de compromiso con la búsqueda de cómo son en realidad las cosas, más allá de lo pueda parecer que son. Pero a juzgar de cuanto se lee, ve y oye estos días, de lo que se trata es de repetir, repetir y repetir los tópicos deformadores sin que ello exija siquiera un poco de dignidad intelectual por parte de quienes prefieren eso a molestarse en la búsqueda de perspectivas con más enjundia y con menor carga tergiversadora.

«Los tópicos son -escribió Aristóteles- conceptos o tesis con los que se argumenta, pero sobre los que no se argumenta». Y eso es lo que se suele hacer con los tópicos que pretenden la sublimación de la libertad liberal (libertad acaparada) que el conservadurismo más recalcitrante de nuestros días quiere desamordazar y regresar. En virtud de la propaganda liberal (hoy neoliberal) desatada con ocasión del bicentenario, unida al inexplicable seguidismo de la izquierda, estamos peligrosamente expuestos a la tergiversación y a la banalización más aberrantes de todo aquello que concierne al constitucionalismo liberal-burgués, su significado histórico y sus huellas en nuestro presente.

Valga como ejemplo la ingenua o interesada lectura que la ficción doceañista suele hacer del artículo 13 de la Constitución gaditana: «El objeto del gobierno es la felicidad de la Nación». ¿Cuándo algún integrante del 'expertariado' de por aquí, en vez de argumentar superficialmente con el tópico de la felicidad liberal, tendrá la bondad de hablar sobre lo que de verdad entendía el liberalismo burgués por felicidad? Por favor, que alguien explique porqué el término ilustrado de fraternidad acabó sustituyéndose en los documentos jurídico-políticos de la época por el de felicidad, más en consonancia con el liberalismo economicista ultraconservador, individualista, asocial, desigualitario y amoral de inspiración utilitarista.

Esta deriva típicamente liberaloide hacia la individualización culmina en nuestros días con la nefasta pretensión de querer hacernos felices (Rajoy dixit) a condición de renegar, por escasamente competitiva, de la fraternidad. Es el merchandising del Doce.