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Una gran pecera cultural

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Con las últimas luces cárdenas del atardecer aún en el horizonte de la Bahía, el pasado jueves se encendían las ventanas de uno de los antiguos pabellones militares, convertido de pronto en una enorme pecera digital en la que un buzo nadaba dentro contemplando desde las ventanas al público reunido en silencio en la acera de enfrente para disfrutar de tan singular espectáculo, con el tráfico cortado y las farolas apagadas, durante unos minutos en los que el sonido de las burbujas procedente de la enorme pecera creaba un ambiente especial, dando a Cádiz un aire de modernidad que el público agradecía.

Nacía así, después de mucho esfuerzo e ilusión del Ayuntamiento, un nuevo contenedor cultural para esta ciudad, en su apuesta por la industria cultural. Un espacio singular, fruto de la rehabilitación que ha realizado con mimo y sentido el arquitecto Fernando Domínguez, con un cubo central de cristal que irradia una luz mágica, y unas espectaculares bóvedas blancas.

Ayer se inauguraba así el denominado Espacio de Creación Contemporánea de Cádiz (ECCO) con la muestra 'De ida y vuelta', de los fondos de La Casa Encendida procedentes del patronazgo de Bankia. Es una reflexión sobre el viaje, con artistas hispanos (españoles y americanos) emergentes, como el fotógrafo Matías Costa (que, por cierto, la semana pasada estuvo fotografiando el Cádiz del Bicentenario), el jerezano Juan del Junco o Carolina Belén Martínez con una bellísima instalación sobre las cartografías que cada uno va construyendo en el viaje de la vida.

Se irán sumando a este espacio, la serie del Valle de los Caídos de los Costus o los fondos de Aduana de la Diputación Provincial, una magnífica colección de arte contemporáneo dirigida por Eduardo Rodríguez, realizada con adquisiciones y donaciones desde que en los años ochenta comenzó por iniciativa de Josefina Junquera. Recordando este pabellón lleno de reclutas hasta que el Ayuntamiento lo compró para instalar la Universidad, pensaba en la lentitud con que se hace ciudad (comparada con la fugacidad de la vida) y cómo los proyectos importantes van sumando esfuerzos de unos y de otros, recobrando el espíritu que debiera presidir la política.

Con este espacio de creación se va completando un mapa cada vez más rico y denso de ofertas culturales de la ciudad, que pronto sumará nuevos centros como el de Interpretación de San Felipe Neri, San Sebastián, Tabacalera, el Cómico o la Casa de las Artes. Realmente espectacular para una ciudad media como Cádiz, que permitirá ofrecer un programa como el del Bicentenario, fruto del trabajo que el Ayuntamiento ha ido sembrando durante años en América.

Más allá del Bicentenario, el desafío es convertir tantos y tan cualificados espacios en motores de desarrollo cultural y económico, auténticos dinamizadores que, comenzando por los barrios, los centros educativos y los colectivos ciudadanos, sean capaces de atraer a parte de los 600.000 habitantes de la conurbación de la Bahía (más cerca gracias al segundo puente) en busca de una masa crítica que garantice su funcionamiento y a la que sumar el turismo cultural, de congresos y cruceros, la gran apuesta de la ciudad.