Editorial

Serenidad en Valencia

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Interior reconoció ayer «algún exceso» en la actuación policial de la víspera frente a las protestas de estudiantes contra los recortes de la Generalitat Valenciana, reprimidas con contundencia aunque, como sugirió el ministro Fernández Díaz, hubiese infiltrados «radicales y violentos». También criticó el ministro la infortunada expresión del jefe superior de Policía que se refirió a los manifestantes como «el enemigo». Este reconocimiento del error, que pudo deberse a la inexperiencia de la delegación del Gobierno en Valencia -la alternancia ha provocado lógicamente cambios en estos niveles gubernativos-, debería ser suficiente para que, como pedía el presidente Rajoy desde Londres, cese el efecto acción-reacción y cunda la «serenidad» y la «mesura» para evitar nuevos incidentes, de forma que no padezca la imagen de nuestro país en el exterior. La crisis es profunda y los sacrificios que se nos exigen, dolorosos, pero España no es Grecia y nuestra democracia debería ser capaz de graduar las protestas de forma que la libertad de expresión y el derecho de manifestación no pierdan nunca su carácter constructivo.