Cartas

Mario y la cometa

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Mario saborea la sal del mar sentado al borde del saco de la bahía. No se distingue si las gaviotas se mecen con la brisa o es la propia brisa quien intenta acariciarlas. El viento a su espalda le ayuda a elevar la cometa. Su hijo le observa con una mezcla de inquietud e incertidumbre. La cometa se eleva y se aleja llevada por el viento. La mirada de su hijo torna en una admiración hacia Mario por el reto conseguido. Suelta hilo para que el artilugio construido días atrás alcance el cenit y se confunda con el sol.

Mario piensa educar y criar a su hijo sin miedo. Vivimos en un momento donde las comunicaciones han sido el gran invento, la gran revolución y como todas han entrado en nuestras vidas de manera violenta y cambiándolo todo. Pero en la era de las grandes redes de comunicación nos sentimos más solos que nunca. Las personas nos cruzamos miradas por la calle y apenas nos hablamos, nos sentimos como grandes extraños, solos, muy solos.

Esa revolución ha entrado en nuestras casas, donde comemos frente a la televisión sin apenas mirarnos. Después nos vamos a rincones opuestos con nuestros portátiles a entablar conversaciones con personas que no conocemos de nada, con nombres que suplantan su verdadera identidad. Permanentemente nos escondemos y cada vez estamos más aislados.

Mario siente a su hijo cerca de él, con ese deseo de sentirse querido y protegido. Con la atención puesta y todos sus sentidos alerta para aprender de su padre todo lo que necesita. Al igual que sucedió con Mario y su padre. Pero hoy parece que algo va a ocurrir, que algo se va a perder. Nos tomamos la vida demasiado en serio y no la saboreamos. Nos perdemos en la inmensidad de una sociedad falta de esos valores, que nada nos aporta, solo soledad y cuando nos damos cuenta el hilo de la cometa se ha roto.

Mario observa cómo la cometa vuela sin control por la salada brisa y piensa cómo será el día de mañana. Solo espera mantener ese hilo conductor con su hijo, saber qué será de él y que nos acordemos mutuamente el uno del otro. Su hijo un día no será un niño, se convertirá en un hombre. Un hombre que verá la tristeza en sus ojos por dejar escapar los momentos más deliciosos que nos puede ofrecer la vida, la comunicación permanente y verdadera con nuestros hijos. Mario piensa cómo en la actualidad hay miles de cometas perdidas sin control, sin saber donde las llevará el viento.