Economia

Esta casa es una ruina

Todos los indicadores ligados a la vivienda o al mercado hipotecario presentan pésimos datos mientras se busca una solución al ladrillo El que fuera el gran motor de la economía española atraviesa hoy su peor momento en más de una década

MADRID. Actualizado: Guardar
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Todo puede ir a peor, al menos en el mercado inmobiliario. Así lo ha demostrado el año 2011, en el que cualquier indicador macroeconómico ligado al ladrillo de forma directa o indirecta ha empeorado considerablemente hasta, en ocasiones, registrar los valores más negativos en una década.

La que fuera base del crecimiento nacional, aquella que muchos pensaron que tenía pies de sólido ladrillo y hormigón, ha demostrado estar sustentada por puro barro. Un lodo al que la crisis económica internacional ha añadido más inestabilidad, tanto del lado de la oferta como de la demanda. Ahora, el Gobierno, el sector y, sobre todo, la banca buscan soluciones al que todos reconocen que es el gran cáncer de la economía española. La idea de crear un 'banco malo', lo que no es tan fácil como puede parecer, cobra fuerza poco a poco.

La burbuja inmobiliaria, bien es cierto, había pinchado un poco antes de que explotara Lehman Brothers aquel infausto 15 de septiembre de 2008. Pero lo que debía de haber sido un ajuste ordenado se ha convertido en un problema de dimensiones inimaginables. El año 2011 deja un reguero de números imposibles: ventas, visados, hipotecas concedidas para la compra, deudores morosos, empresas del sector en quiebra, activos tóxicos que nadie quiere, suelos que ya no valen nada, nula financiación, paro en el andamio y mucha, mucha, desconfianza para el futuro.

Se mire por donde se mire, cualquier gráfica del sector es una cuesta abajo sin remedio. Las ventas, por ejemplo, se desplomaron un 30% entre enero y septiembre, según los datos manejados por el Ministerio de Fomento. Si la comparación se realiza con los años de vino y rosas del ladrillo, no tan lejanos, el derrumbe llega al 70%. Eso sin contar con que muchas operaciones son, en realidad, cesiones de los promotores a sus bancos.

La comercialización vivió un espejismo a comienzos de año. La mejora de enero y febrero se debía en realidad a que Fomento publica las transacciones con dos meses de retraso. Y como el Gobierno socialista anunció en 2010 que recortaría en 2011 de forma notable la desgravación por compra -se mantuvo íntegra solo para las rentas más bajas-, quienes tuvieron la suerte de que su banco les financiara se lanzaron a comprar a finales de 2010. Pero fue un repunte ilusorio.

Queda por ver qué sucede en 2012, pues el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha anunciado que recuperará esa ventaja fiscal de manera universal, para todas las rentas. Sería una buena noticia si, al tiempo, bancos y cajas estuvieran dispuestas a prestar dinero. Pero, por el momento, solo parecen proclives a pedirlo al Banco Central Europeo (BCE) para depositarlo allí mismo al día siguiente.

La banca tiene verdadera aversión al ladrillo, que pesa como el plomo en sus balances. Solo están dispuestos a conceder hipotecas a los extremadamente solventes (lógico) y a aquellos que se acercan a las sucursales para comprar los pisos que enfangan la cuenta de resultados de cada grupo. «Si me pides dinero para liberarme de un piso de los míos, y eres solvente, te doy un interés del 3%, si la casa es de otro banco o caja o de un tercero, como poco te voy a cobrar un 7%», confiesa un director de oficina.

Las previsiones no son nada halagueñas. Según Julio Gil, socio director de la consultora especializada Horizone, el 'stock' (situado hoy entre 800.000 y un millón de pisos) seguirá creciendo. El economista aboga por un 'banco malo', al menos de suelo, el activo menos líquido y que más se ha depreciado. Y alerta de que la exposición de la banca solo al tramo promotor es de 308.000 millones de euros, después de haberse adjudicado otros 70.000 en activos. Una cifra, a su juicio, demasiado alta para afrontarse sólo con recursos nacionales. Ese contratiempo, nada menor, puede desactivar la idea del 'banco malo', que por el momento no parece entusiasmar al Ejecutivo ni al Banco de España, que insiste una y otra vez en incentivar el alquiler.