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«No llevo una mala dentro»

Mientras se prepara para cambiar de sexo en el escenario, Paco Valladares reflexiona sobre su vida

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No esperen una autobiografía de Paco Valladares porque no la va a escribir. «Que consulten Wikipedia. Ahí está todo lo que tienen que saber», advierte el actor. Hombre muy reservado para sus cosas y de una discreción insobornable, Paco ha llegado a rechazar ofertas millonarias a cambio de contar su vida y la de sus famosos amigos. «Pero es que tengo un sentido de la lealtad muy desarrollado, no concibo la traición». Será por eso que en la profesión le aprecian tanto. Acaba de superar una leucemia, soportada con envidiable humor, y ahora, ya libre de medicación aunque todavía con revisiones periódicas, se enfrenta a algo que podría denominarse el mayor reto de su carrera, si no fuera porque Valladares detesta la palabra reto. Va a convertirse en mujer.

«No se trata de hacer una mariconada en plan '¿Me conoces mascarita?', no. Se trata de interpretar a una señora de verdad. Eso sí, dada mi corpulencia (mido 1,82), será un caballo percherón. Pero bueno, haberlas haylas», bromea el actor. Su personaje llevará la batuta en 'Orquesta de Señoritas', una comedia de Jean Anouilh que narra las peripecias de una decadente orquesta femenina. Valladares será la directora, una mujer «mala como un cimbel de cazar demonios -asegura-. Todavía no sé cómo la voy a interpretar porque no llevo una mala dentro. Yo al menos no me la encuentro. Tendré que fijarme en la cantidad de señoras estupendas y con muy mala leche que conozco... Pero, tranquilos, que no será nadie reconocible». La obra se estrenará a principios del año que viene en Santander, interpretada íntegramente por actores masculinos. «Es que cuando la hacen mujeres no sé por qué no funciona». «Espero -confía el actor- que me pongan tacón bajo, porque en 'Victor o Victoria', donde no hice de mujer sino de hombre que en un momento dado se ponía prendas femeninas, las pasé canutas. Cada vez que me subía a aquellos tacones no sabía si caerme hacia la orquesta o hacia el público. Lo que se sufre de las rodillas por culpa de los tacones. Ahora, eso sí, te hacen unas piernas...».

Las de Paco no están mal, según criterio del respetable. «Eso decían, pero yo ya ni me las miro. Soy un hombre muy coqueto, lo confieso. Pero desde que cumplí cierta edad ya no voy ni a la piscina por no enseñar el cuerpo. Antes sí, me bañaba en el mar incluso sin bañador. Hasta que un día, en Matalascañas, un amigo paparazzi me mostró los teleobjetivos de última generación y empecé a bañarme con camisa».

La crisis y los políticos

Natural de Pilas, Sevilla, de donde le viene esa hilarante retranca que le permite recitar el 'Aserejé' con la gravedad de quien recita a Neruda,Valladares no quiere hablar de su edad (por más que figure en Wikipedia). Él se siente joven. Joven e indignado. Y como tal firmó el manifiesto de la Puerta del Sol. «La crisis me ha afectado. Algunos ayuntamientos han dejado de pagarme recitales. Pero lo que peor llevo es el constante 'y tú más' de los políticos. Me tienen desencantado. Solo se dedican a descalificar al contrario». Aun así, votar en un colegio electoral le va a saber a gloria. «Las anteriores generales me pillaron con leucemia y voté en el hospital. Hasta me hice traer un notario y todo».

Víctima, hace años, de un infarto, Valladares no sale sin llevar en el bolsillo una cafinitrina. Con ella le salvó la vida a Guillermo Summers (tal como contó el humorista en este diario) «y a otros tres infartados más -desvela el actor-. Todos deberíamos tener una siempre a mano». La leucemia tampoco pudo con él porque su lema es: «Si tienes una enfermedad grave no la empeores con una depresión». Hoy intenta ayudar a otros que pasan por lo mismo. «Dar consuelo es lo mejor», dice este hombre que, sin tener hijos, se siente parte de una gran familia de «amigos, hermanos, sobrinos y maravillosos cuñados». Ahora se cuida, camina una hora diaria, y se toma las cosas de otra forma. «Siempre he tragado mucho -confiesa-. Ya no. Ahora canto las verdades del barquero». Pero no especifica a quién ni cómo ni cuándo. «Eso ya es muy íntimo -advierte-. A la gente lo único que le importa es con quién te acuestas y con quién te levantas. Por eso yo nunca escribiré mis memorias».