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¿QUIÉN MATÓ AL COMENDADOR?

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Todavía se discute cómo murió Gadafi. La OTAN habría disparado contra el convoy en el que pretendía huir y más tarde los rebeldes lo remataron con un disparo en la sien. La leyenda se engrandece con la confusión. Pudo ser un muchacho quien le dio el tiro de gracia, o un grupo de rebeldes que lo patearon y ejecutaron después de arrastrarlo semidesnudo como un fardo hasta una camioneta. Y todos, Consejo Nacional para la transición libia y aliados europeos, habrían preferido que rindiese cuentas ante el Tribunal de la Haya o someterlo a juicio en Bengasi.

Partidarios del disimulo lamentan que no encarara la justicia, porque de ese modo quedará inédito su catálogo de atrocidades. Dicen que serviría de catarsis a su pueblo saber quién organizó el atentado de Lockerbie o cuánto invirtió en terrorismo antioccidental, o qué hizo con las miles de personas que desaparecieron durante su reinado, o qué le inspiró la masacre de 1.200 prisioneros en la cárcel de Abu Salim, o la ayuda que proporcionó a los palestinos, a los luchadores musulmanes en Filipinas o al IRA. Quién sabe si a ETA, aunque a tiempo estamos de referirlo para la historia.

Como dice 'The Times', el juicio habría revelado poco que el mundo no supiera. De esa manera 'justa' habría acabado en la horca. Versiones con coincidencias: murió a manos de los rebeldes, que grabaron su final con un teléfono móvil, las fotos posteriores de su cadáver muestran heridas de bala en la cabeza, y que en el fondo todos piensan como Hague, ministro británico de Exteriores, partidario de que fuese juzgado y contrario a las ejecuciones ilegales, «aunque no nos vamos a compadecer por su muerte».

Los milicianos que le capturaron e hicieron guiños a la posteridad empuñando la pistola dorada del coronel se repartieron literalmente su túnica, aspiran a la recompensa de más de un millón de euros ofrecida por su cabeza.

La leyenda de Gadafi hace aguas por su fácil fragilidad a la hora de rendir cuentas. 'El sol que nunca se pone' arrojó sombras que aparentemente hacen palidecer su fanfarronería cuando detentó el poder omnímodo. Flaquea y ruega que le sea perdonada la vida. Un colega americano describe su final: «Tuvo la muerte mundana del hombre que huye». Tan lejos de su proclamada aspiración al martirio y poco precavido por su instinto profético. Cuando ahorcan a Sadam admoniza a sus amigos sátrapas: «Otros le seguirán». Nunca imaginó que sería el siguiente. Ah, ¿y dónde se encuentra Saif al-Islam, educado en Harvard, desafiante pico de oro del régimen e hijo predilecto de Gadafi?

En cuanto a la discusión sobre quién mató al comendador, ¿alguien se pregunta cuál es la verdadera versión entre las mil que se ofrecieron a la muerte de Bin Laden? El CNT manifiesta su determinación de enterrarlo en un lugar ignoto para impedir que llegue a ser un centro de peregrinación. Tal vez, arrojarlo también al mar. Otro misterio para los paleontólogos del futuro. Con las guerras se nos achica el mundo de los 'santos lugares'. Aunque se enriquezcan los fondos marinos.