CÁDIZ

El negocio de un 'okupa'

Un indigente monta un rastrillo en un local en desuso de Ciudad de SantanderVecinos y comerciantes de la calle denuncian problemas de convivencia con el nuevo huésped a causa del ruido y las trifulcas

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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En tiempos de déficit, cualquier iniciativa empresarial corre el peligro de no salir adelante. No obstante, también es cierto que es ahora cuando más se agudiza el ingenio. Algo así es lo que le ha tenido que pasarle a Abdel Malek Chami, un sin techo de origen marroquí que ha decidido abandonar las calles y abrir su propio negocio en un local de grandes dimensiones que llevaba años cerrado al público en Ciudad de Santander y que ahora está abierto con horario ininterrumpido.

En la puerta luce un cartel en el que puede leerse: «Se recogen objetos, gracias». Y es que, esta iniciativa espontánea del marroquí está basada en la recolecta de objetos de segunda mano que bien recoge de la calle o bien le son legados por gente que se acerca hasta su puerta para llevárselos. Piezas que luego pone a la venta con un precio a convenir según el día. La llegada de este huésped a la calle desde hace dos años parece incomodar a algunos vecinos y comerciantes de la zona que no ven con buenos ojos la irrupción en el barrio de este nuevo empresario y de sus amigos.

Según estas personas , las trifulcas y ruidos en el establecimiento son constantes y alteran la paz y tranquilidad de las que hasta ahora gozaba la zona. «Yo he denunciado la situación frente a las autoridades, puesto que no veo lógico que alguien se tome la libertad de meterse en un lugar sin autorización. Pero por lo visto tiene que ser el dueño del local el que actúe. Para mí, lo peor es el mal olor que desprende el establecimiento y las peleas a altas horas de la madrugada. La policía ha tenido que intervenir en más de una ocasión y aquí vive gente mayor y enferma», declara Manuel Prieto, uno de los propietarios de los pisos colindantes al local.

Unos hechos que corroboran otros vecinos que por temor a sufrir represalias prefieren mantener su nombre en el anonimato. «Yo lo único que pido es que no moleste. Pone la música muy alta y las disputas son continuas. Además, tiene amenazados a algunos vecinos porque a veces es violento», explica una de las vecinas de la zona. Una versión de la situación que avalan algunos comerciantes de la calle. «Particularmente, a mí no me afecta, pero a la gente que pasa por la calle sí. Tiene un perro que ha mordido a personas y él ha salido varias veces con un cuchillo. Es muy agresivo y además cobra al resto de indigentes que llega buscando cobijo. Las denuncias se cuentan ya por decenas», afirma Rafael Viquez, del Centro Internacional de Dietética y Nutrición Viquez.

El caso es complicado. Las opiniones y experiencias vividas entre los que comparten escenario día a día con Malek parecen no llegar a un consenso general. «El muchacho no da problemas, él es muy educado. Los que provocan los enfrentamientos son el resto de mendigos que acoge y claro los vecinos están cansados», aclara Rebeca López del bar La Tabla, situado a pocos metros del establecimiento. «Yo estoy por las mañanas y a mí la verdad es que no me molesta. A veces viene y me compra alguna cosilla y luego se marcha sin más. No obstante, entiendo que a los que viven en la calle no les guste su presencia. Pero por lo visto no se puede hacer nada al respecto. Yo creo que ese local está embargado por los bancos. Llevaba mucho tiempo cerrado y él abrió las rejas y se instaló ahí», añade José Luis Muñoz, dueño de la carnicería contigua al local.

Por su parte, el protagonista de la historia, Malek Chami niega rotundamente que sea una persona que dé problemas en la zona. «Yo lo único que quiero es buscarme la vida y no estar en la calle. Es verdad que la policía ha venido, pero fue porque acogí a una pareja que se peleaba mucho. Tras el incidente les pedí que se marcharan y desde entonces no ha habido más problemas. Yo soy pacífico y me llevo bien con mucha gente de la zona , aunque reconozco que hay vecinos que no quieren que yo esté aquí, pero los dueños me han dado su permiso bajo la condición de que les mantenga limpia la tienda», subraya el marroquí.

En definitiva, una situación complicada donde chocan diferentes derechos sociales. Una historia sin final previsto a la que se añaden nuevos capítulos cada día.