CÁDIZ

Una travesía llena de recuerdos

El hundimiento del Vaporcito ha traído a la memoria decenas de historias y anécdotas de un barco que forma parte de la tradición y la cultura de toda la Bahía

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La historia reciente de la Bahía no se entiende sin el 'Adriano', el nombre oficial que ha tenido el Vaporcito, surcando sus aguas, comunicando a los gaditanos y portuenses. En la retina de muchos ha quedado impresa la imagen del barco o alguno de sus viajes. Incluso el cine ha sido partícipe de este recuerdo, 'La Lola se va a los puertos' o 'Calle 54' son algunos de los largometrajes en los que aun se puede viajar en el emblemático transbordador que dejaba huérfano a las aguas de la Bahía tras cerca de 100 años de servicio.

En la orilla portuense, hubo un tiempo en el que los muchachos corrían por el espigón de la Puntilla cada vez que escuchaban esas tres bocinas. Dejaban atrás las casetas de la playa y jugaban a llegar los primeros a «las rocas» para verlo, para casi tocarlo cuando surcaba el Guadalete. Ya llegaba el Vaporcito, ese que gobernaba con tanto tiento José Fernández Sanjuan, vamos... Pepe 'el del Vapor', el de siempre. Pepe había salido temprano de casa. Como cada mañana miraba el cielo y antes de llegar al parque Calderón ya sabía si la cosa estaba para salir o no. Entonces, no había muelle, ni tampoco espigones.

El Adriano sabía cuándo había toros en El Puerto. Se vendían todos los billetes y los aficionados discutían durante todo el trayecto hasta la Cuatro Esquinas qué maestro iba a tener la faena más redonda o quién había estado a la altura de una Plaza como la portuense. Pero los recuerdos van mucho más allá. Cada uno tiene el suyo. Aquellos que se acuerdan de los gritos de los niños cuando a su paso un barco mercante le saludaba. También los de aquellos cuyos abuelos le contaron que un día se perdió en Rota, o los que apuraban el vino en el bar Liba antes de subir a bordo y los que bromeaban con golpearse la cabeza desobedeciendo uno de los letreros más conocidos en toda la Bahía. (Cuidado con la cabeza)

Por todo esto y mucho más se explica el estupor que ha recorrido tantos hogares y tantas familias que vivieron en el Adriano momentos tan especiales. Como cuando navegó al lado de la Niña, o como cuando cada 16 de julio salía al encuentro de la Virgen del Carmen. Por eso también en 2001 fue declarado Bien de Interés Cultural en un intento de echarle un salvavidas cuando empezaba a ahogarse.

En la otra orilla, su tradición siempre ha olido a Carnaval y a Paco Alba, que mostró su añoranza en forma de copla eterna, casi la única que han cantado todas las generaciones. La última vez, el pasado viernes, cuando la peña Paco Alba volvía a rememorarla en su último viaje de homenaje al comparsista a bordo de la nave. «Ay, Vaporcito del Puerto», cuántos recuerdos has dejado en tantas familia que, cada domingo, cruzaban la Bahía en busca de manjares gastronómicos de aquí y de allí. Y cuando la ciudad se vestía de gala para conmemorar el Doce, llegó la mala noticia y el Vapor no fue a dormir a casa.

Chano Domínguez

Testigos de su historia, recuerdan ahora sus vivencias. «Mi primer viaje en el Vaporcito fue en la década de los 60, con toda la familia cuando era un niño; he seguido utilizándolo hasta el año 2000», recuerda Chano Domínguez. Este músico gaditano que guarda un cariño especial al barco «en un programa de televisión me regalaron la bocina del Adriano I que aun conservo».

Antonio Burgos

Antonio Burgos compara el hundimiento del Titanic con el Adriano «Tengo la sensación de haber sido uno de los pasajeros del Titanic... pero con pasodobles de Paco Alba». Hace muchos años desde su primer viaje entre las dos orillas, aunque la última vez ese viaje, bien podría haberse realizado en Italia «Me pareció que iba a Venecia y es que, Mestre y el Puerto podrían ser hermanas».

José Luis Galloso

La primera vez marca a fuego los olores, colores y pequeños detalles que el cerebro es capaz de almacenar. José Luis Feria, Galloso, lo sabe perfectamente: «Recuerdo que la primera vez que mi padre me llevó a la plaza de toros de Cádiz lo hizo en el Vaporcito, es muy especial para mí».

Joaquín Quiñones

Al preguntar a Quiñones sobre el final del barco, lo primero en lo que piensa es en el próximo febrero y de ediciones anteriores: «Yo le hice un pasodoble a las dos orillas que se morían por él». Hay una imagen que el tiempo no conseguirá arrebatarle: «Había una gran diferencia a viajar en el Vaporcito, era algo espectacular».

El Vapor en mitad de la Bahía ha sido un recurso muy socorrido para ocasiones importantes. El músico portuense, Javier Ruibal, llegó a presentar uno de sus discos en el buque insignia de los habitantes del Puerto de Santa María. «Era un fondo muy bonito, ahora que se ha hundido siento un vacío, en mi infancia lo utilicé incontables veces y ya de mayor, continuaba haciéndolo».

Según el secretario de la peña Paco Alba, Juan Mesa, que el viernes realizó su viaje número 33: «Ha sido un palo grande, era el símbolo de la peña y el acto anual más significativo». De hecho, desde hace unos años el mayor problema que encontraba la asociación era la gran cantidad de personas que querían asistir.

Algunos se lamentan ahora de no haber tomado una instantánea en alguno de sus viajes, otros atesoran las que hicieron para no olvidar nunca lo que significaba el Vaporcito.