taller de relatos

Las cosas de Chema

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Chemita, ese no es tu sitio.

- Mamuchi, eso se acabó.

- Allá tú.

Chema sale a la calle en dirección a la Plaza. Decide no ir en su deportivo por aquello de la integración.

Va vestido de sport para la ocasión: náuticos, pantalón blanco, polo rosa y jersey finito anudado al cuello.

Llegada a la Plaza: el bullir de la vida en común le genera dudas.

- Tú te has perdido ¿no? Cobarderrr.

Así le habló desde su pedestal un mimo caracterizado de Chiquito de la Calzada, camisa floreada incluida, contando chistes y haciendo juegos malabares con cuatro mazas. Obviando su altura, un metro noventa y seis centímetros, su barba y su pelo, más cercanos al Sevilla de los Mojinos, era idéntico al personaje imitado.

- Yo estoy aquí pues las prioridades de toda sociedad avanzada han de ser la igualdad, el progreso, la solidaridad.

- Joder, un fistro teórico duodenal. Anda, vámonos para la asamblea.

Mientras se dirigían a la reunión, observó a una joven intentando descargar aguas menores en el escalón de un establecimiento conocido: la joyería del tío Tato. Esta oveja negra, después de fundir una fortuna en saraos, se integró en una comuna. Ante el rojo de su cuenta corriente decidió sentar la cabeza. Bajó al moro en veinte y ocho exitosas ocasiones, lo cual reflotó su cuenta corriente, hizo nuevos amigos a través de los cuales se afilió al PSOE, tuvo información anticipada del PGOU local y, gracias al pago de algunos favores, consiguió la joyería en tan céntrica Plaza. La familia en pleno le perdonó el desliz de la afiliación.

«Eso no deberías hacerlo ahí», le espetó Chema a la incontinente y descargó una batería de razones por mantener la imagen de los acampados contra la pobre muchacha, la cual huyó del lugar con una indisimulada angustia. «Este tío es un teórico de los buenos», pensó Pseudochiquito mirando a Chema.

Sentado en el suelo de la Plaza, escucha las reivindicaciones para dar un vuelco a la situación. Empieza a dudar si la elección del pantalón ha sido la más acertada. Tantas ideas nuevas terminan por aturdirle y su mente se queda en un estado casi catatónico. Pero una consigna lanzada al aire le devuelve a la realidad: «¡Expropiación de la segunda vivienda!» ¡Eso no podía ser verdad! La casa de Santa Pola le sería arrebatada si se aprobaba esa medida. Esto no entraba en su teoría de reformas sociales. La segunda vivienda no.

Mientras el teórico expropiador seguía dando consignas para cambiarle el pulso al mundo, Chema, armado de valor, se pone en pie y grita:

- ¡La tercera, la tercera!

Silencio sepulcral. Chema como epicentro del movimiento sísmico producido por sus palabras. Desde una esquina de la Plaza se desbordan los gritos de cientos de gargantas: ¡España mañana será Republicana! ¡España mañana será Republicana!

Las voces reclamando la llegada de la tercera República intentan ser acalladas por otras pidiendo la continuidad de la no politización del movimiento reivindicativo. El gigante de la Calzada lo coge bajo su brazo, cual fardo patatero, y lo saca de allí mascullando entre dientes «¡Qué huevos tiene este tío!», mientras lleva a su desconcertado paquete a un lugar más tranquilo.

Así, con el pantalón mostrando las huellas del pavimento, desaparecidos en la huida jersey y náutico izquierdo, camisa arrugada cual shar pei, aterriza junto a un grupo recién llegado de El Bierzo, quienes han traído consigo el famoso botillo, perfectamente envasado en 'tupperwares' de las más variadas formas y colores.

La invitación es la señal esperada para recuperar la fe perdida, pues, en estos momentos, está sufriendo en sus carnes la fase crucero de la dieta Dukan. Los milagros existen y, ya se sabe, no se deben dejar enfriar. Se arrojó sobre uno de los recipientes y se zampó el contenido.

Las digestiones tienen esas cosas: uno se encuentra a sí mismo y Chema no se encontraba allí. Decide retirarse, pero, en ese momento, la Plaza es tomada por agentes antidisturbios. Avanza sin miedo pues él siempre ha sido una persona de orden y nada ha de temer.

La agente, parapetada en su escudo, protegida por su casco y armada con una buena porra, no opina lo mismo de él. Hoy no es un buen día pues su esposo ha comenzado los trámites legales del divorcio, acusándola de malos tratos.

Cuelga el teléfono de la comisaría. Las zonas violáceas de su cuerpo no son tan dolorosas como las últimas palabras pronunciadas por su abuelo:

- Estamos contigo. Ahora nos coges un poco mal pues toda la familia se traslada a la mansión de la playa. Nuestro abogado está en ello. No te preocupes, todo irá bien. Ahora, eso sí, si puedes escaparte, escápate.