CARTAS A LA DIRECTORA

A José Crespo e Inmaculada Casas

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Durante 30 años fue usted (permítame que siga llamándole de usted aunque la confianza adquirida pueda permitir el tuteo) su faro, su guía, su mejor medicina por encima cualquier tratamiento. Después de más de tres décadas luchando contra una enfermedad crónica y terrible, aunque no sea mortal, acepte que recurra el versículo bíblico: 'No soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme'. Es verdad que usted nunca entró en mi casa pero ella sí en la suya y una palabra suya bastaba para, después de unos minutos, coger fuerzas para seguir luchando en busca de la sanacíón aunque ésta fuese transitoria. Además ese ratito de conversación servía para que se diera cuenta de que Isabel, como usted la llamaba, gozaba de un sentido del humor y una alegría inversamente proporcional con toda la tristeza y el dolor que le provocaba esa dolencia que se puede combatir pero nunca erradicar del todo. Pero siempre, y no ahora porque ella ya no está, me consta que con su diálogo, con su comprensión, con su consuelo y con su forma de hacerle ver las cosas, se convertía en un antídoto perfecto. Usted era la avanzadilla, el que abría el fuego contra el enemigo y ella luego ponía el resto para tratar de ganar la guerra contra su enfermedad. Está claro que a veces lo lograba, sin embargo, con el paso del tiempo, se abría una nueva brecha en el frente y ahí estaba usted como fiel soldado para buscar el mejor remedio inicial y allanarle el camino para que ella hiciera lo demás. Lo hiciera, o por lo menos lo intentara. Ahora que ella se ha marchado de forma repentina y por otro problema que no ha tenido nada que ver con su particular lucha solo nos queda en mi nombre, en el de mi familia y en el suyo propio darle las gracias Don José.

Tampoco quisiera olvidarme de quien se ocupó de ella casi día a día, de su doctora de cabecera, de quien le socorrió, le aconsejó y le ayudó, en definitiva de quien se preocupó de esos otros problemas de salud más cotidianos y menos graves, pero que también necesitan de un cuidado importante. Por ello, muchas gracias por todo también Inmaculada.