Editorial

Absentismo parlamentario

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Los plenos que celebra el Congreso sobre el estado de la nación acostumbran a ofrecer tres escenas: la asistencia enfervorizada de los diputados al debate de la primera jornada, los escaños semivacíos en la segunda y la llamada al orden para votar las resoluciones partidarias en la tercera. Esas son las imágenes que llegan a la ciudadanía también en el desarrollo semanal de los plenos ordinarios, en los que la discusión acalorada da paso al absentismo parlamentario y a la votación disciplinada. Ahora que la clase política dice mostrarse receptiva a las críticas ciudadanas a sus excesos y defectos, convendría que los miembros de las Cámaras legislativas se lo tomaran más en serio. Durante las sesiones plenarias los diputados no tienen, en cuanto al ejercicio de su función institucional, nada más importante que hacer que estar presentes en el hemiciclo. Aunque la pregunta a la que deberían responder con urgencia es el papel real del parlamentarismo, sometiendo la tarea que desarrollan a criterios de productividad e interés social y distribuyendo mejor la tarea que desempeñan los legisladores, especialmente en los grupos más nutridos, de manera que su elevado número se justifique no solo por razones de representatividad.