LA HUELLA DE LAS CORTES EN EL ARTE

Un personaje quijotesco

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En la época de la Guerra de la Independencia, en el período que se estaban debatiendo en nuestra ciudad la futura Constitución de 1812, hubo personajes que podríamos denominar como curiosos, atípicos, que no pasaban desapercibidos. Uno de esos fue el escocés John Downie, nacido en 1777. Un aventurero que fundó su propio ejército privado en 1810, formado por extremeños, para combatir en la Guerra de la Independencia a la sombra del ejército británico.

Para algunos era un vividor capaz de actuar de forma totalmente deshonesta para conseguir sus fines particulares, para otros fue un soldado valiente.

De la Indias volvió rico pero terminó arruinado, al igual que terminara en los últimos años de su vida. Estuvo a las ordenes del duque de Wellington, donde demostró mucho arrojo, muy comentada fue su actuación persiguiendo a los franceses por el puente de Triana, donde cayó malherido y prisionero. Fue liberado al ser canjeado por 150 franceses.

Volvió al frente, por sus logros le concedieron el cargo de Alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla. Por sus ideas no se llevó bien con los liberales del trienio de 1820-23, por lo que lo llevaron preso al castillo de Santa Catalina, la vuelta del absolutismo lo liberó y le restableció en su cargo.

Fue recompensado por los españoles con el grado de general del ejército de nuestro país por su colaboración en la lucha contra los franceses durante la citada Guerra de la Independencia. Downie se sintió cómodo aquí, se consideró español y consiguió la nacionalidad, también se convirtió al catolicismo y murió en Sevilla, a la que tanto ayudó, en 1826.

En su retrato del Museo de las Cortes, lo vemos vestido a la antigua usanza, una especial indumentaria que, junto a su perfil, favoreció que no pasase inadvertido entre el pueblo de Cádiz durante los años que permaneció en la ciudad.