El escritor Juan José Téllez, en una de las 'etapas' de la ruta. :: VÍCTOR LÓPEZ
Sociedad

Cádiz recorre a Quiñones

Decenas de personas recuerdan la vinculación de la ciudad con el autor en la primera ruta organizada en su honor

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«Estoy seguro de que a Fernando le gustaría que hoy, y aquí, un don nadie como yo le rindiese este homenaje». El responsable de esta humilde sentencia, Kiko Butrón, terminaba así su tributo a Quiñones. Subido a un palco de la plaza del Palillero, el cuentacuentos resumía en cinco minutos 40 años de historia. Historia gaditana narrada con ironía y derroche de sentimentalidad. El recuerdo así lo merecía. Estaba nada más y nada menos dedicado a un genio de Chiclana, gaditano universal. En este caso, se contaba la labor de Quiñones al frente de la organización del I Festival de Alcances, hoy el cuarto más longevo de España. «Todo era distinto entonces. Los coches no corrían a más de 100 km/h, como ahora. Los políticos eran corruptos y cortaban la libertad de expresión, ah, como ahora», bromeó Butrón para robar la enésima sonrisa del público. Mejor dicho, asamblea. Formada por más de un centenar de personas en algunos puntos del recorrido. Misión cumplida. Éxito rotundo de la convocatoria de la I Ruta Quiñones por Cádiz, una iniciativa popular con la poeta y bloguera Blanca Flores y el escritor Juan José Téllez al frente.

En efecto, las risas y los guiños cariñosos al autor fallecido hace doce años, se convirtieron en las armas principales para llegar a la meta: el doble homenaje. A él y a Cádiz, a su Cádiz y a él. A las calles que lo vieron trabajar y vivir intensamente, los rincones a los que describió y en los que situó a algunos de sus personajes más famosos. Todo relacionado: el mar, el mercado, la casa familiar, los lugares del mal vivir. La nómina de 'don nadie', que diría Butrón, estuvo formada por poetas, cantantes y clubes de literatura. También por algún que otro turista despistado y muchos curiosos alertados por el pitido del magnetófono.

La tempranera cita hizo que al principio fueran pocos, luego alcanzaría la categoría de manifestación para terminar, en la Peña Juanito Villar, en una gran fiesta familiar. El muelle fue el punto de partida. Para abrir boca, se leyó un texto de 'Las coplas de Luis El Mula'. Después, la comitiva partió hacia la explanada de la Iglesia de Santo Domingo. Allí, Montse Torrent dio vida a la 'Nardi'. La noche se hizo presente cuando el grupo entró al Pay Pay, donde esperaba Paloma García y su siempre bello recital. Carmen de la Jara bordó las alegrías, que pasadas las 11 de la mañana sonaron a gloria. En el Salón Moderno, Miguel Ángel García Argúez cogió el altavoz para leer un fragmento del 'Libro de las putas'. Y rumbo al mercado, más recuerdos para el maestro.

La viuda y el mercado

«Decía Quiñones que para conocer en profundidad a una ciudad, había que visitar su cementerio y su plaza de abastos», comentó Blanca Flores justo delante de un puesto de comestibles en cuyo cartel sobresalía la palabra 'almadraba'. Decenas de personas aguardaban una nueva etapa, otro escrito que descubriese el amor de Fernando Quiñones por su tierra. Tocaba la mar. El volumen de la concurrencia -en número- impidió cumplir el guión. Así, en vez de leerse el texto en el pasillo de las pescaderías, la reunión tuvo que trasladarse a una calle exterior. Pero olía a Cádiz. A sus gentes. Personificada en la que heredó el cariño de Quiñones por esta ciudad, su viuda, Nadia Consolani. Para dar sal a la espera, empezó a repartir frituritas entre los presentes. Después, Charo Troncoso dio lectura a ese escrito en el que el autor repasaba con poesía las especies que se pueden capturar en la Bahía.

Y hubo más. Más camino por salvar y rememorar hasta llegar a él. A su escultura en La Caleta. Una ruta con un claro manifiesto: «Qué sería de nosotros sin ese Cádiz crónico, sin la salada claridad de Fernando Quiñones? Recorriendo sus calles llegaremos a Fernando. Recorriendo sus palabras, llegaremos a sus calles. Y en uno y otro caso, quizá, lleguemos al remoto laberinto de nuestros corazones».