Y FUERA

JAVILISKI LOPISKI

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Cuánta razón tenía el bueno de Paco Chaparro. Quizás si hubiera llegado de un lejano equipo en lugar de los cercanos escalafones inferiores béticos o si tuviera un nombre rimbombante, su periplo por el Xerez Deportivo habría tenido un final bien distinto. Quizás.

Puede que el sevillano no encajara en el perfil de potencial ganador de chistes de Lepe, pero se le crucificó demasiado pronto y el paso del tiempo ha hecho ver al xerecismo que se equivocó con el que acabó siendo primer entrenador del Betis en la máxima categoría del fútbol español.

Pero la grada de Chapín es así, y quizás sería conveniente que Antonio Millán -ahora que va a realizar un lavado de cara institucional a la sociedad anónima deportiva- especifique en los estatutos del club que el técnico del primer equipo debe venir de fábrica con una gracia natural. No será suficiente que tenga amplios y profundos conocimientos de fútbol ni que domine con precisión la táctica y la estrategia. Debe ser mucho más relevante su verborrea ante las masas y ni por asomo debe cansar a los más exquisitos de la grada xerecista con el aburrido discurso de los cincuenta puntos.

Evidentemente, Javi López no se ajusta a ese perfil y parece que de nada vale que esté superando con creces el objetivo que se le encomendó. El catalán no puede presumir de rozar la perfección, pero sí que ha demostrado ser un hombre franco y que apuesta por los jugones. Me río yo del que se atreve a compararlo con un Ziganda que no ganaba ni aunque el rival se dejara. Ninguno de los dos son la alegría de la huerta, pero existe una tremenda diferencia: el Xerez de Javi López no solo gana partidos sino que es capaz de hacer soñar de nuevo al xerecismo con retornar a la Primera División del fútbol español.

Quizás si hubiera llegado desde Argentina, quizás si se llamara Javiliski Lopiski... Cuánta razón tenía el bueno de Chaparriski.