CÁDIZ

Una batalla en cada esquina

Un estudio sobre los guardacantones evidencia su estado mejorable de conservación

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El bueno de Quintín González lo vio como una oportunidad de promocionar su negocio de Los Tres Reyes: una esquina de su finca para los vinos y licores y la otra para su ultramarinos. Todo ello enmarcado en tondos de sendos retablos de fundición con una finalidad muy útil. Allí, donde Cervantes dejaba de serlo para convertirse en Vea Murguía; donde Navas, plaza de Las Viudas, y Vea Murguía dejaban un vacío 'onomástico', González aprovechó para poner nombre a las esquinas de su casa, decorarlas y sobre todo protegerlas con dos guardacantones a medio camino entre lo práctico y lo artístico. Seguro que Quintín pretendía, de paso, demostrar su poderío económico. Lo más probable es que incluso intentara agenciarse dos cañones para salvaguardar las esquinas de su casa, pero ya, en 1900, poco podía hacer. Los cañones guardaesquinas ya eran un lujo histórico difícil de conseguir.

A fin de cuentas, el uso de estas piezas era un uso extendido en el callejero gaditano, al menos, desde el siglo XVII. Así que, ante la ausencia de cañones para proteger las esquinas de la ciudad surgieron con fuerza -a finales del XIX y principios del XX- los esquinales de fundición, algunos más simples, otros casi como retablos religiosos, pero todos igualmente útiles.

A grandes rasgos ese es el devenir histórico de un fenómeno que forma parte de la pequeña historia de Cádiz. Esa que confiere a la ciudad su sello único e inconfundible y que de paso suele ser la menos cuidada y valorada por las instituciones públicas. Al menos así lo considera, el gaditano que probablemente hoy en día es la fuente más reputada para hablar de los cañones y guardacantones de Cádiz. Antonio Ramos -ingeniero naval, historiador, máster en Patrimonio y autor de un catálogo en el que ha clasificado los 317 guardacantones de la ciudad- ha realizado un recorrido con este periódico para mostrar algunas de las piezas más valiosas que decoran y protegen las esquinas gaditanas además de constituir el objeto de un estudio inédito en la ciudad.

En total, Ramos ha clasificado en 114 cañones, 151 esquinales de fundición, 26 marmolillos (monolitos protectores de piedra) y otros 26 elementos diversos en un intenso trabajo que se inició de una forma peculiar: «Vivo en Puerta de Tierra y para ir a la Facultad de Historia cada día cogía por una calle diferente. Así empecé a fijarme en los cañones que estaban en las esquinas y decidí ir apuntándolos en un plano», explica Ramos. Luego llegó la catalogación propiamente dicha con fichas individuales, medidas y fotografías.

Y también la valoración de su importancia, sobre todo en lo que a los cañones se refiere. «Probablemente, Cádiz es la única ciudad del mundo que reciclaba antiguos cañones para proteger sus esquinas». Todo un ejemplo de reutilización con unas causas claras: la combinación de un urbanismo destinado a aprovechar cada hueco, con una ciudad amurallada y artillada y un floreciente comercio que obligaba al trasiego constante de carros por las calles del centro. Coches que destrozaban las esquinas en cada curva y que llevaron a colocar en las esquinas cañones en desuso procedentes de viejas batallas.

La mayor parte de los cañones existentes en las calles de Cádiz datan de los siglos XVI, XVII y XVIII con un origen diverso. «La mayoría proceden de restos de naufragios -delatables hoy en día por las llagas que cubren su superficie-, de desguaces de buques y de cañones inservibles del artillado de la plaza de Cádiz». En cualquier caso, todos fueron a dar con su culata a las esquinas de unas determinadas zonas de la ciudad: el barrio de Santa María, Candelaria y alrededores, las cercanías del Palacio de la Aduana -hoy Diputación-, alrededores de Cruz Verde y parte del Mentidero. En general, zonas de concentración de casas de comerciantes o de paso para acercar las mercancías hasta las antiguas puertas de la ciudad, del Mar y de Sevilla (lo que hoy es la avenida del Puerto).

Protección necesaria

Hasta aquí la historia y los recuerdos forjados en hierro de una tradición que pasa desapercibida en la actualidad. Porque uno de los motivos esenciales del estudio de Ramos es la situación en la que se encuentran en la actualidad los cañones y guardacantones. Y lo cierto es que de una primera vuelta, reparando en las esquinas de las calles del casco histórico de la ciudad el resultado no puede ser más desesperanzador: él óxido corroe las plantas de la mayor parte de las piezas y en el caso de muchas esquinas las grietas hacen temer su desaparición en cualquier momento. Volatilización que Ramos contabiliza en su estudio en más de 15 en los últimos 37 años. Mención a parte merece lo ocurrido en la calle Villalobos. Una reforma en la finca que hace esquina con Berrocal parecía haberse llevado por delante otro cañón. El enigma concluyó cuando se descubrió que el escaso respeto por el patrimonio había llevado al constructor a enterrar bajo capas de cemento al cañón que protegía la esquina. Una desaparición con final feliz que supone una línea en el agua.

Se supone que la competencia de vigilarlos corresponde a la Delegación de Cultura. A la responsabilidad de los primeros se suma la del Ayuntamiento en elaborar un catálogo en el que se indique cuántos y dónde están ubicados los elementos a proteger. De hecho, el nuevo Plan General de Ordenación Urbana recoge la obligación de respetarlos en virtud de la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz y a su condición de bienes ubicados en un espacio declarado como recinto histórico. Sin embargo, la validez del PGOU se hace complicada cuando no hay un catálogo real. «Lo máximo que existe es un plano punteado con los guardacantones. Sin embargo, en algunos de los puntos marcados no hay nada, también faltan piezas por señalar, además de no estar catalogadas las recogidas», puntualiza el historiador.

Su amplio estudio será presentado mañana a las 20 horas en el Casino Gaditano en una conferencia organizada por la asociación de defensa del patrimonio gaditano Cádiz Ilustrada. Será el primer paso para dar a conocer una investigación con la que el historiador pretende que se desarrolle una conciencia de protección de los cañones y guardacantones, con la idea de que no desaparezcan. La limpieza y conservación que necesitan estas piezas históricas ya son palabras mayores, también necesarias para conservar un museo al aire libre. Sin placas, ni explicaciones pero con piezas de museo.