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Alberto Contador: «Si me sancionan, recurriré hasta el final; por mi honor»

BILBAO. Actualizado: Guardar
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Durante los cincuenta minutos de rueda de prensa en la que Alberto Contador insistió este viernes en su «inocencia», una lágrima permaneció flotando al borde de su mirada. No se derramó, sostenida por la rabia. «Estoy triste, desilusionado y decepcionado» por la propuesta de un año de sanción -dio positivo en el pasado Tour- presentada por la Federación Española de Ciclismo. No acepta ese castigo, a medio camino entre la absolución y la pena máxima: dos años. «Recurriré hasta donde sea necesario, voy a defender mi inocencia hasta el final. Para mí, ya es un cuestión de honor». No se retirará, como amenazó si era sancionado. Se resiste a que una palabra de sonido químico, clembuterol, eclipse su vida deportiva. «Nunca me he dopado. Me considero un ejemplo de limpieza». Y si al final es suspendido, acudirá al Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) para salvaguardar su prestigio. En el contenido de la lágrima, había más rabia que pena.

«El único error que he cometido es comer una carne sin analizarla antes para ver si tenía clembuterol. ¿Tengo que hacerlo cada vez que voy a un restaurante?», se preguntó. Hace tiempo que el ciclismo es un deporte levantado sobre el fango; la duda, el escándalo. El pasado 21 de julio, segunda jornada de descanso del Tour, Contador dio positivo por 50 picogramos de clembuterol, un fármaco para engorde de ganado. Una cantidad mínima, sólo detectable por laboratorios como el de Colonia, el centro donde se cató la muestra. Contador jura que esa sustancia viene de un solomillo adquirido en Irún. La Federación cree que el clembuterol llegó de forma involuntaria al organismo del ciclista, pero se agarra a la reglamentación para proponer la sanción: cada deportista es responsable de lo que aparece en su cuerpo.

Y Contador mordía sus dientes. «Ha habido muchas veces en las que he estado a punto de estallar, no aguantaba más. Veía cómo se decían cosas injustas, cosas que no eran verdad». La rueda de prensa le colocó junto a su nuevo director en el Saxo Bank, Bjarne Riis. Los dos frente a la prensa mundial en el salón de un hotel mallorquín, el lugar donde Contador prepara una temporada que quizá no corra. Se siente «víctima». «Yo creía -añadió- en el sistema antidopaje. Ya no. Ya no creo. Sé a lo que me expongo y por eso nunca me he dopado. Iré hasta el final. Por mi honor».