Editorial

China, rival y socio

La visita de Hu Jintao subraya la continuidad de las relaciones entre Pekín y Washington

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La Administración Obama ha desplegado la mejor alfombra roja y la mejor de sus sonrisas para recibir con gran pompa protocolaria a Hu Jintao, presidente de la República Popular China y líder del partido comunista. Es decir, al depositario del poder real en la superpotencia emergente cuyo nuevo y aparatoso estatus internacional está sin bautizar clara y definitivamente en Washington, como reconoció hace poco Hillary Clinton: es difícil saber si tratamos con un rival o con un socio. Pero, como añadió la secretaria de Estado, está claro que contamos con China, dialogamos con China y esperamos su sincera cooperación para mantener la seguridad y la prosperidad en el mundo. Y tiene razón: en un orden práctico, hoy como ayer en estos trances, solo una juiciosa y madura 'realpolitik' puede ser útil a medio y largo plazo. Con un esfuerzo casi didáctico, puede decirse que el Occidente desarrollado y democrático debe hacer cuanto pueda para mostrar a Pekín el buen camino, el de la libertad y la moderación, el del progreso en orden y la cooperación internacional. Hu Jintao es el sucesor de Jiang Zemin, quien revisó los grandes objetivos de su país desde el perfil diplomático bajo que ordenó Deng Xiaoping tras la matanza de Tiananmen, para compatibilizarlos con un visible refuerzo militar y una acción febril en procura de materias primas en todo el mundo. China se autodefine todavía como un gran país en desarrollo, y aún es un Estado en vías de afirmación nacional y la prioridad de su Gobierno, lo reconozca o no, es garantizar la estabilidad social y proteger el régimen político vigente. Desde que el Gobierno Clinton describió la relación estratégica con China como de compromiso constructivo no ha habido cambios de fondo. Bush (con la sola excepción de una venta de armas a Taiwán que provocó una furia pasajera de Pekín sin alterar el statu quo militar regional) se acomodó a ese rumbo y Obama hace lo propio. Es lo razonable: con China, cooperar, mostrar el poco entusiasmo que suscita entre nosotros su sistema político y contar con ella para mantener el orden y atenuar la crisis económica y, sobre todo, financiera. Hay indicios de que la otra parte piensa, a su modo, más o menos lo mismo.