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Por Reyes, un garaje

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De todos los planes del Ayuntamiento (con perdón) de Cádiz, el que resulta más difícil de compartir es el de hacer enormes agujeros para llenarlos de coches. A unos cuantos, no los he contado, les parece una estrategia dañina para el común del vecindario. Supone resignarse al problema real y mayor, imposible de achacar al gobierno local: el creciente vicio neorrico de usar el coche para todo, aparcar en la puñetera puerta de cualquier sitio al que vas y creerse con derecho a exigir a una institución un espacio en cada calle para aparcar esa prolongación del ego.

Hay que ser muy cándido para pensar que otro partido, el PSOE por decir uno, actuase de distinta forma. Probablemente, y más en etapa electoral, sucumbiría a la tentación de hacer subterráneos por todas partes, de ofrecer eso tan discutible de las «plazas de aparcamiento» para propiciar un, también hipotético, beneficio comercial y económico.

El objetivo parece ser llenar de coches una ciudad en la que a duras penas caben diez lambrettas y nadie se atreve, de veras, a plantear la propuesta contraria porque se enfrenta no ya al Ayuntamiento, ni al PP, si no a esa masa de vecinos acomodados que se consideran legitimados para aparcar en los bajos de su casa, en la acera de su calle y en la puerta de cualquier lugar al que vayan.

Esta semana se ha inaugurado la extensión del subterráneo de Canalejas. Una obra larga y molesta (mucho menos de lo que temíamos, por ser francos) pero que viene a ser otra concesión a los perezosos en los que nos hemos convertido todos.

El estacionamiento, muy fucsia, muy mono y todo lo que usted quiera, apenas aporta 200 plazas. Los coches que caben en una calle en batería. Sin embargo se presenta como un gran avance para la ciudad. Esa obra, aislada, sin más, sin didáctica complementaria, es un paso más de esa rendición de la administración pública ante el coche privado.

Reivindicar el otro extremo, el de talibán ecologista, el del coches cero, sería tan absurdo como hipócrita. Tengo turismo y moto (la más hermosa de Europa, por cierto) así que me pongo a diario la piel de los conductores. Los necesitamos.

De hecho, esos subterráneos en el contorno del casco antiguo serían deseables y útiles, imprescindibles, si el centro fuera realmente para el peatón, si se respetara su encanto, su potencial comercial y turístico. Si se transmitiera la idea de aparcar ‘alrededor’ para caminar ‘dentro’. Pero la segunda mitad de la idea, fundamental, falla. Es cierto que se avanzó en el cierre (Ancha, Catedral, San Francisco...) pero no lo suficiente. Demasiado lento comparado con el resto de Europa. La distancia recta máxima en Cádiz-Cádiz, es de 1.800 metros. Ni siquiera el doble de la extensión del nuevo paseo marítimo de la Barriada. Pero el Ayuntamiento, por eludir críticas, en vez de enviar (sí, con policías) el mensaje de que todos caminemos por una ciudad mejor, lanza el contrario: aparca por doquier. La enfermedad social, no política o institucional, se queda sin tratamiento. De camino, se saca tajada. Tickets, multas, zona azul...

Nadie se atreve a plantarse porque saltan los vecinos que tienen un garaje en una calle céntrica y ponen su interés particular por encima del general. Como los que se niegan a convertir el Paseo Marítimo en un bulevar. El placer de mil turistas, el negocio de tantos, les parece menor que el perjucio de cien residentes.

Como los comerciantes que, antes de revisar precios, métodos o género, creen que el aparcamiento salvará todas sus carencias. O las facultades y escuelas que exigen ‘parking’. O los grandes almacenes que impiden a sus trabajadores estacionar en una planta cerrada y lanzan esos vehículos a la calle. O esos vecinos del barrio de Astilleros que «exigen» un lugar para aparcar en la calle o invaden cada solar como si ese derecho se les vendiera con el coche. Unos pocos, tienen carros de lujo que valen más que la vivienda protegida que ocupan. Los hay que han vendido el garaje (contra la Ley) y ahora gritan por un sitio. O familias de tres miembros que piden espacio para sus tres coches en 50 metros a la redonda de su portal.

Y nadie pone freno. Solo volantes. Hasta mi niño está contagiado. Ha pedido por Reyes un garaje de juguete de cuatro plantas. ¿Habrá salido del PP, o dirigente vecinal o comercial? ¿O solo es un gaditano más, un hijo de... su tiempo?