PAN Y CIRCO

APAGAFUEGOS

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No es la primera vez que el tándem formado por José González y Alfonso Cortijo actúa de apagafuegos en este Cádiz que encara la segunda década del siglo XXI -pongamos toda la carne en el asador- ofreciendo la peor imagen de su (dicen) centenaria historia. También habría que aclarar en este punto que hay que estar bajo las efectos de una considerable sobredosis de sustancias tóxicas para afirmar que el regreso de la pareja está únicamente motivado por las gestiones de Enrique Huguet y sin que Antonio Muñoz haya intervenido en dicha contratación. Pues mal que le pese a José y a Cortijo -porque Muñoz no los puede ver ni en pintura-, el máximo accionista del club es el que se ha visto obligado a dar el visto bueno de esta operación aunque sus marionetas sigan pensando que los hilos que las mueven son invisibles.

Con el regreso de una pareja a la que -una vez más- se utiliza para enmendar una situación que invitaba al pesimismo, desde el momento en que Vidakovic se sentó en el banquillo, el Cádiz recupera cierta cordura. Algo que parece imposible en una entidad que también ve como la afición le da la espalda, pues sólo hace falta observar el desolador aspecto que presentan las gradas cada quince días en un estadio a medio construir (como el club) para constatarlo. El reto se presenta complicado porque no sólo se trata de recuperar la autoestima de un vestuario decepcionado con todo lo que le rodea deportiva y económicamente. Hay que volver a poner al equipo en el sitio que el cadismo se merece porque su actual mediocridad es lo que está conduciendo al desánimo a una masa social cansada de la inoperancia de unos máximos accionistas que son los que -de verdad- llevan tiempo atentando contra esta sociedad anónima y contra la ciudad por su nefasto comportamiento. Al menos, ahora, han apostado por gente que quiere al Cádiz.