PUERTO REAL

La crisis, de primer y segundo plato

Un bar ofrece dos veces por semana menús por 3,60 euros, una convocatoria a la que acuden muchos trabajadores y familias

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Antes de ser Mesón Jerezano, fue el bar El Delfín. Quien cruzara su puerta se encontraba un refugio de pescadores y pescaderos, muy cerca del Mercado de Abastos, en el que todos aprovechan un ligero respiro tras la larga faena de la madrugada para tomarse una primera cerveza.

«Esto era una tasca de hombres, y nosotras nos propusimos darle un cambio», recuerda Marián de Salas sobre sus pretensiones hace siete meses . «Poner en marcha el bar nos ha requerido una gran inversión», comenta sobre un arranque duro. Tras el 'lifting', llegó el momento de volcarse a diario.

Mantenía esperanzas de lograr «algo distinto». Poco a poco vino la prudencia. «Ya llevamos siete meses, y esto es una cosa en la que hay que ir poquito a poco», asume. Y la crisis dio el latigazo: «Estábamos acostumbradas a ver hasta gente esperando mesa, y de pronto pegó un bajonazo», se frota aún los ojos.

Tanto hueco vacío hizo a Marián girar una nueva vuelta a la tuerca de su afán emprendedor. La constatación de unas apreturas compartidas con su clientela le hizo sellar un pacto con ellos. Así surgió la idea de los menús 'anticrisis' que anuncian de forma modesta unos folios amarillos en los ventanales. Dos días por semana, miércoles y jueves, ofrecen primer plato, segundo y postre por 3,60 euros.

«Está todo tan malo, que por lo menos puedan venir quienes lo necesiten», defiende sobre un camino de ida y retorno: «Es también una forma de darnos a conocer, de que nosotros les ayudemos y ellos también nos ayuden», compensa.

Quienes acuden al local se sienten como en su propia casa, Y es que Juani León, la cocinera, es la madre de Marián. Ella dice que la clave está en «buscar cosas que no sean caras». «Más barato, imposible, a esto no le ganamos», describe de manera gráfica unos escasos márgenes.

No es extraño ver en la carta el 'plan de comidas' que cualquier amo o ama de casa se plantea cada mañana. En el primero tiran de platos «de cazuela», como las habichuelas con patatas y 'chícharos'. En la comanda también anotan lo socorrido a lo que uno acude cuando llega a casa tarde. «Ahora están saliendo unos macarrones con todos sus avíos», muestra.

Para los segundos se suelen plantar las mismas sugerencias que llenan los expositores de tapas, aunque en raciones generosas. Los postres recuperan la sensación de acercarse a la nevera a por algo: «O flan, o 'mantecado'», marca Juani.

Los días iniciales de la idea depararon sorpresas. Familias completas buscaban mesa y mantel, algunas por evitar complicaciones, pero otras por agarrarse a un «vivir día a día» al que últimamente se ha embarcado más de los acostumbrados a aferrarse a un subsidio.

Con todo, el perfil mayoritario de asiduos es el de un trabajador que hace un paréntesis entre el turno de la mañana y el de la tarde, o que ahora, en pleno verano, acopia fuerzas antes de tirar hacia casa.

Antonio Clavijo viene cada jornada desde San José del Valle para subirse a un andamio, tras una hora de carretera. «Yo lo veo como una ayuda más, algo que siempre nos va a venir muy bien», se alegra de su descubrimiento. Trabajaba en una obra al lado, en la Plaza de Abastos, y funcionó el boca-oreja.

Cada tarde sale satisfecho del local. «Esto no tiene nada que envidiar a un menú más caro», defiende, y augura el éxito para cuando pase el calor: «Ahora la mayoría de los obreros están con la jornada intensiva, pero en cuanto acabe este tiempo, vendrá mucha más gente por aquí». Unos lo harán por la vuelta al trabajo. Otros, porque ya no lo tendrán.