Editorial

Obama y la mezquita

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El presidente de los Estados Unidos, formalmente no obligado a expresar su opinión sobre el asunto y que de hecho, había delegado cualquier comentario en sus portavoces, dejó bien claro el viernes su respaldo a la construcción en Manhattan de un gran centro islámico, con mezquita incluida. Y todo muy cerca de la sacralizada zona cero, en la que los terroristas mataron a casi tres mil civiles en septiembre de 2001. Su presentación, pues, ante una audiencia muy nutrida y distinguida de musulmanes reunidos para recibir el Ramadán es un propósito deliberado de tomar posición y no esconderse en una polémica que crecía por momentos. Y, consecuente con su conocida línea, ha defendido la creación del centro desde el inobjetable criterio central de que «una nación construida sobre la libertad religiosa solo puede permitirlo». La mayoría de neoyorquinos, con su alcalde, el judío Michael Bloomberg en cabeza, también la aprueban con tal de que se cumplan las ordenanzas, y la ven como una contribución al diálogo interrreligioso. De Obama no cabía esperar otra cosa, si se recuerda su 'discurso de El Cairo', en junio de 2009, de lejos su más importante mensaje de política exterior, en el que reiteró que los EE UU «no están ni estarán en guerra con el islam».