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Alivio y delirio

Qué gigantesca tomadura de pelo ha sido la historia sangrienta de ETA

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La detención del presunto asesino de Joseba Pagazaurtundúa supone un alivio para esta familia, es una buena noticia para todos los demócratas y pone a la Ertzaintza en la línea adecuada para contribuir de manera importante a la clausura de la banda asesina.

A pesar de la semejanza con otros etarras asesinos anteriormente detenidos, no deja de sorprender esa disposición mostrada por el criminal para hacer compatible la vida doméstica rutinaria con la ejecución de algo tan brutal y de consecuencias irreversibles como es el asesinato de otra persona. El tal Gurutz Agirresarobe lo mismo se comía unos huevos fritos con la cuadrilla que le descerrajaba cuatro tiros a Joseba Pagazaurtundúa cuando este leía los periódicos. El asesino ahora detenido lo mismo tomaba potes con los colegas que metía las balas en la pistola para asesinar a una persona. Ese carácter doméstico, vulgar, pueblerino y cafre de los criminales de la banda terrorista nos informa de cómo el asesinato del discrepante ha sido para algunos, durante demasiados años, una forma de estar en la vida en la comunidad vasca. La banalización de la muerte no se estrena con el terrorismo nacionalista vasco, ha existido antes en muchos casos y países, pero adquiere entre nosotros un olor a grasa que la hace doblemente repugnante.

Un minuto después de la detención del tal Agirresarobe lo único que se constata es alegría en la mayoría de los vascos y un tímido intento, tan patético como aislado, de sus conmilitones para que no se le vengan encima la montonera de años de cárcel que le esperan. Esta es la triste noria del terrorismo vasco: gente joven que asesina a gente joven y se hace vieja en la cárcel. Esto es todo lo que tiene que aportar la banda criminal: varias generaciones de asesinados, varias generaciones de encarcelados.

Como cada verano, los bañistas de las playas vascas asisten a un macilento desfile menguante de familiares de asesinos que piden, cada vez con menos fe, que sus hijos sean acercados a prisiones vascas. En estas vemos cosas tan sorprendentes como que tigresas y lasartes, después de haber asesinado en régimen industrial durante años, reniegan ahora del terror, piden perdón y están dispuestos a la reinserción, por ellos antes tan denostada.

Qué gigantesca tomadura de pelo ha sido la historia sangrienta de esta banda criminal; qué enorme disparate todos sus actos, desde el fundacional hasta hoy; qué pérdida de vidas, tiempo y energía han supuesto los creadores y continuadores de esta organización terrorista, fruto del delirio, de la hinchazón de odio y de los sueños que han acabado, como tantos otros, en pesadilla.