Editorial

Colombia sin Uribe

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Juan Manuel Santos asumió ayer la presidencia de la República de Colombia. Es, tras haber sido uno de sus más estrechos colaboradores, el heredero de Álvaro Uribe, quien la ha ejercido durante ocho años con gran aprobación pública, aunque la concluye con iniciativas extemporáneas, como la de encargar a su abogado que presenten ante el Tribunal Penal Internacional una denuncia contra el presidente Chávez y el Estado venezolano por violaciones de los derechos humanos. Santos, elegido con un apoyo social sin precedentes, ha ganado ya su primera batalla con la opinión, tanto local como internacional: es el sucesor de Uribe, es uno de los fundadores y animador central del Partido de la U y uno de los artesanos y ejecutores de la política de seguridad democrática que ha permitido arrinconar a la guerrilla y restaurar la seguridad ciudadana. Pero no es 'Uribe bis'. Santos tiene un currículo de gestión en puestos clave con tres presidentes, ha formado un gobierno plural y de base amplia y entiende convocar al público a la lucha final contra el terrorismo y a la apertura de una etapa renovadora y distinta, la de la definitiva reconciliación nacional. Colombia, sin Uribe y con Santos, será, simultáneamente, la de la continuidad y el cambio. Una tarea ardua, pero no imposible.