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El presidente saliente de Colombia deja el poder laureado por su lucha contra las FARC

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Ocho años de gobierno con muchas luces y algunas sombras han catapultado a Álvaro Uribe a ocupar un lugar destacado en la historia de Colombia. Los logros de sus mandatos se imponen. Entre ellos destaca la mayor seguridad al arrinconar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), lo que derivó en más inversión y empleo. Menos glorioso fue su enfrentamiento con el Poder Judicial y la compra con prebendas de dos diputados para avalar el cambio constitucional que posibilitó su reelección en el 2006. Tampoco brilló en el tema del desarme de los paramilitares porque muchos se reagruparon como bandas narcotraficantes.

El jueves, en su última alocución pidió «perdón a la Nación entera por aquellos errores cometidos y también por lo que no se pudo hacer». Un 75 % de los colombianos no parece necesitar esa disculpa. Todavía secundan al abogado y disidente liberal de 58 años que arrasó en el 2002 con la promesa de mano firme contra las guerrillas. Si la Corte no hubiera impedido su tercer mandato, hoy seguiría en la presidencia.

Uribe se despidió con el agradecimiento a sus colaboradores, las Fuerzas Armadas y a todo el país por el apoyo recibido y atribuyó lo «negativo» a «la propia contingencia de mi humana condición». Se va con la cabeza alta al cumplir su principal promesa electoral de azotar a la banda que cuando era un joven asesinó a su padre. En el 2002, las FARC tenían 17.000 hombres en 66 frentes desplazados en gran parte del país. Hoy son 8.000 en 33 frentes replegados en las selvas.

Apoyos internacionales

El presidente contó con la ayuda del Plan Colombia, firmado en 1999 por su predecesor Andrés Pastrana y la colaboración del ex presidente Bill Clinton para sacar adelante su 'Política de Seguridad Democrática'. El acuerdo proporciona medios materiales y económicos para la combatir el narcotráfico, que es la principal fuente de financiación de las FARC, de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los paramilitares.

El lema de Uribe fue «trabajar, trabajar y trabajar». En su mandato se reclutaron más militares, pasando de 313.000 a 450.000 y se prepararon operaciones espectaculares y controvertidas. En 2008, durante el bombardeo a un campamento en Ecuador, murió Raúl Reyes, segundo de las FARC. Días después, moría de un infarto el jefe máximo, Manuel Marulanda 'Tirofijo'. Una maniobra de inteligencia posibilitó el rescate de Ingrid Betancourt, la principal rehén de la lista de más de 53 «canjeables», 11 uniformados y 3 especialistas estadounidenses.