Editorial

La excepción de Kosovo

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Resulta obvio que los kosovares estén exultantes con el dictamen -que no sentencia- del Tribunal Internacional de La Haya según el cual la declaración unilateral de independencia de su territorio, una antigua provincia de la república de Serbia, antes federada en la extinta Yugoslavia, «no viola el derecho internacional». Lo interpretan como una aprobación política a su conversión en un Estado independiente. Sin embargo, el tribunal ha remarcado el carácter excepcional del caso y los secesionistas de otras latitudes, y no solo ni principalmente en Europa, se equivocarán si lo toman como un paradigma intocable. La crueldad y torpeza de Slobodan Milosevic, el autócrata serbio, y su atroz limpieza étnica provocaron de hecho una ruptura traumática. La sangre derramada y el odio entre ambas comunidades hicieron inviable cualquier nexo de unión con el régimen de Belgrado. La separación era inevitable. El Gobierno español se equivocó en su día al pronunciarse de forma tan rotunda en contra de la independencia, dando pábulo a posibles comparaciones cuando en realidad quería hacer todo lo contrario. Desmarcarse de sus aliados europeos para alinearse con Rusia o China fue vista como una excentricidad en el seno de la UE y un error que el dictamen de La Haya ha hecho más evidente.