:: MIKEL CASAL
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El sello de don Vicente

Su conocimiento del fútbol y su personalidad han sido claves para el éxito de España

JOHANNESBURGO. Actualizado: Guardar
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Vicente del Bosque ha reconocido en varias ocasiones que una de las personas del mundo a las que más admira es Santiago Martín, 'El Viti', paradigma del torero capaz de conjugar el arte con la sobriedad, el talento con la contención, la fiesta con la seriedad. Si uno observa al seleccionador en su quehacer diario, no tarda un segundo en entender su admiración por el maestro de Vitigudino. Más allá de su apariencia bonachona y afable, Del Bosque también es un poco así: sobrio, serio y contenido. Hablamos de un personaje extraño en el mundo del fútbol, tan lleno de egocéntricos incurables, charlatanes de feria, fundamentalistas e iluminados de todo tipo. En medio de la inquietante fauna que nace de la sobreexposición a los focos y a los millones, la figura del técnico salmantino emerge como una rara avis, como un ejemplo de sensatez, sentido común y saber estar tanto en la victoria como en la derrota. Su impacto en la selección española se puede analizar desde diversas perspectivas.

Vicente del Bosque heredó una selección campeona de Europa y, desde el primer minuto, reconoció su deuda con el antiguo seleccionador y actuó en consecuencia: manteniendo el bloque de futbolistas y, por supuesto, el estilo de juego que había coronado a España. Nunca quiso ponerse galones ni cayó en la tentación de hacer cambios para dejar su sello. Se dedicó a administrar bien la herencia y, con el tiempo, a efectuar algunas inversiones sin riesgo, caso de Piqué o de Busquets, o de otras jóvenes promesas que llamaban a la puerta como Navas, Llorente, Javi Martínez y Pedro. Su gestión, en ese sentido, ha sido impecable. Bajo su mando, la selección no sólo ha mantenido su nivel competitivo de la Eurocopa sino que lo ha reforzado.

El éxito de España en Sudáfrica comenzó a gestarse el mismo día en que se anunció la lista de 23 jugadores para el Mundial. Todas las convocatorias están sujetas a debate, pero había algo en la de Vicente del Bosque que nadie podía negar: justicia a la hora de llamar a los que él creía los mejores. Para ser justo se necesita muchas veces ser valiente, y el técnico salmantino lo fue. Actuó en conciencia. El tiempo le ha dado la razón. El equipo ha respondido y el ambiente en el grupo ha sido formidable.

La presión mediática que se vive en un Mundial es enorme. El ambiente puede llegar a ser irrespirable y muchos seleccionadores han sido víctimas de ello. Vicente del Bosque se ha movido con maestría en este torbellino, hasta el punto de que el entorno de España ha sido una balsa de aceite. Siempre educado y accesible, a ratos contenido para no entrar en polémicas estériles, su relación con los medios ha sido tan exquisita que los enviados especiales le regalamos un balón con nuestras firmas para que lo tuviese de recuerdo de Sudáfrica. Hay algo que todos los periodistas -o una gran mayoría de ellos- apreciamos en el seleccionador: su ecuanimidad. No filtra nada a nadie. No tiene amiguetes a los que les entrega la exclusiva. No le parecía justo.

Vicente del Bosque encaja las críticas sin torcer el gesto, resguardado bajo el paraguas de uno de sus latiguillos preferidos: «En el fútbol, todo es opinable». Por otro lado, siempre habla con admiración y respeto del rival. Jamás se mete en un charco y no se cansa de repetir conceptos que pueden llegar a parecer antiguos pero siempre deberían estar presentes. En casi todas sus intervenciones, por ejemplo, se refiere a la obligación de ser «buenos deportistas». Entre tanto polemista barato y tanto chisgarabís de tertulia, lo cierto es que da gusto encontrarse con este caballero castellano, que también en el banquillo, durante los partidos, parece tan serio, sobrio y austero como lo era 'El Viti' en los ruedos. Sabe que eso no vende tanto como otro tipo de actitudes más explosivas y que, a veces, puede resultar incluso muy caro -a él, de hecho, le costó un alucinante despido del Real Madrid-, pero es su forma de ser.

Vicente del Bosque no acostumbra a las charlas personalizadas con sus pupilos, a los que llama por su nombre de pila. De eso se ocupan más su segundo, Toni Grande, que es incluso el que les lee a los jugadores la cartilla con las indicaciones tácticas cuando saltan al campo, y Javier Miñano, que aparte de preparador físico es un buen psicólogo. En general, el seleccionador habla al grupo, al equipo, aunque también hace excepciones. Tras la victoria ante Alemania, dentro del vestuario, llamó a Puyol y le dijo, delante de sus compañeros, que era un ejemplo y que no se daba por enterado de su decisión de abandonar la selección después del Mundial. Los que le conocen bien dicen que el seleccionador sabe mantener las distancias sin que ello suponga una falta de cercanía.

A lo largo del Mundial, el sello de Vicente del Bosque se ha visto en las alineaciones y en los cambios. La calidad del juego de España ha fluctuado entre el bien, el notable y el sobresaliente, pero su lectura de los partidos siempre ha sido la correcta, como lo fue su apuesta por el doble pivote, tan criticado en algunos medios a raíz de la derrota ante Suiza. Del Bosque ha confiado en sus jugadores y todos le han devuelto dentro del campo la confianza que había depositado en ellos. El seleccionador ha estado particularmente acertado en los cambios. Los que ha hecho siempre han mejorado al equipo. Los dos grandes ejemplos fueron la sorprendente entrada de Fernando Llorente ante Portugal y la de Pedro como titular ante Alemania.