Opinion

La marca de España

La onda expansiva del deporte va más allá del nacionalismo con su 'merchandising'

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Aunque las 'glorias deportivas', según la vieja retórica, se presten a la caricatura del patrioterismo de hojalata y a las ironías sobre las cucarachas de sofá con un encefalograma tan plano como la pantalla de plasma, la onda expansiva de esos éxitos va más allá del nacionalismo primario con su 'merchandising' de camisetas y pulseritas. Dan imagen de marca. Y en la aldea global en red, donde las autopistas de la información se bifurcan sin fronteras, la imagen de marca es un desafío. Empresas o ciudades o iconos hacen 'branding' para modularse una identidad atractiva sobre ese mapa demasiado horizontal. Y para la marca España no es anecdótico el efecto del deporte, al cabo medular en el 'show bussiness' planetario, con una generación de triunfadores. Otros países tienen consolidado el marchamo del glamour, la 'intelligentsia' o la innovación, pero España arrastra una leyenda incómoda, con cuatro siglos de aditivos patógenos, aún por blanquear. Basta ver los titulares planetarios por el 'caso Garzón', llenos de alusiones a la Inquisición y al franquismo, o la iconografía mediática tras el 11-M, dominada por el Goya negro o el Guernica si no la cornada mortal de un toro. La marca España está contaminada de folclorismo y mitos siniestros.

Lo de hoy puede dar otro plus de escala a la marca España si supera el penúltimo afluente del Rubicón para alcanzar la batalla final en la pradera verde de Johannesburgo. La selección, como todas las selecciones, es un espejo inevitable del país, y esta vez no un espejo deformante como aquellos del Callejón del Gato donde Valle Inclán intuyó el esperpento nacional, sino un reflejo irreal de buenas vibraciones como esos espejos de las boutiques levemente manipulados para estilizar a quien se mira allí. Hay un efecto referencial del equipo -'die mannschaft', dicen los alemanes- y también catalizador, como sostiene Gasol. Más que las individualidades de Nadal o Alonso o Lorenzo, el país se retrata en la selección. Y además sólo el fútbol es universal. 'La Roja' -denominación al uso como 'la canarinha', 'les bleus', 'gli azzurri' o 'la albiceleste'- es 'branding' efervescente. Va de suyo que el deporte nutre la cultura ramplona de la victoria o nada, secuestrando otros matices, pero ese es el juego. Incluso el mítico Di Stéfano enfatiza, lejos de Coubertain, que «lo importante es ganar como sea, jugando bien o mal». En realidad algunos derrotados sí quedan en la memoria por su estilo, como la Holanda de los setenta, y algunos campeones vulgares están olvidados. De momento España se ofrece con una identidad seductora, una vez sacudido el viejo ideal casposo de la 'raza', pero a su fútbol de talento aún le falta ganar el gran título. Penúltima estación: hoy.