Una unidad norteamericana controla la frontera en Arizona. :: AP
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Obama militariza el control de 'ilegales'

La presión republicana obliga al presidente a enviar a la Guardia Nacional a la frontera de Arizona

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Rifirrafe en la Casa Blanca. Dicen que Barack Obama volvió a salirse de tono con John McCain, su rival de la campaña electoral y senador de Arizona, ese Estado que ha puesto la inmigración de vuelta en la agenda política. Los republicanos recomiendan divertidos que el presidente se tome un par de valium antes de reunirse con ellos, pero a las organizaciones de derechos humanos no les ha hecho gracia el resultado: 1.200 soldados de la Guardia Nacional se sumarán a los trescientos que patrullan ya la frontera con su vecino México.

«Estamos indignados», declaró Pablo Alvarado, director de la Red Nacional para Organizar a los Laboreros. «En vez de enfrentar la crisis de derechos humanos, parece que el presidente está derrumbándose ante los extremistas que resquebrajan más un sistema migratorio que ya iba mal».

Obama lo califica de «enfoque estratégico temporal» que servirá de «transición mientras se realizan mejoras de largo plazo», pero los analistas lo ven como una fórmula para abortar el debate en el Congreso sobre la propuesta de McCain para forzar el envío de 6.000 soldados de la Guardia Nacional. Algo que la Casa Blanca ve como una afrenta, según se deduce de la carta que sus asesores de Seguridad Territorial y Nacional, John Brennan y James Jones, respectivamente, enviaron al presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, Carl Levin. «No existe precedente en la historia moderna de que el Congreso dé instrucciones al presidente para que movilice a la Guardia Nacional», afirman. «Dirigir el uso de nuestras Fuerzas Armadas representa una interferencia injustificada con las responsabilidades del comandante en jefe y por lo tanto atenta contra su función en la administración de las fuerzas totales». Ante la incapacidad de dialogar con la oposición para encontrar una salida política a la crisis migratoria, Obama ha preferido seguir los pasos de George W. Bush enviando un contingente menor y evitar así una crisis de autoridad en tiempos de guerra.

Insuficientes

Eso no ha conformado a la oposición, que considera insuficiente el número de efectivos. Obama se ha manifestado en varias ocasiones contrario a seguir los pasos de su antecesor en militarizar la frontera para frenar el tráfico de inmigrantes ilegales. Por eso ha elegido encuadrar la medida dentro de la lucha contra el narcotráfico.

Sus asesores aseguran que seguirán trabajando con el Congreso para la reforma migratoria y enfatizan que la frontera es bajo su gobierno más segura que nunca. Como prueba exhiben que el número de armas ilegales decomisadas ha aumentado un 20%, el dinero incautado, un 33%; y las capturas de ilegales se han reducido un 23%.

Paradójicamente fue la petición de la ahora secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, mientras era gobernadora de Arizona, la que precipitó la decisión de la Administración Bush de enviar 6.000 efectivos para enfrentar «una situación de emergencia». Su sucesora ha optado por dar mayores atribuciones a la Policía local para detener a cualquier sospechoso de ser un emigrante ilegal que no lleve encima los papeles de residencia.

Ayer los republicanos de Arizona que sacaron adelante esa polémica ley se atribuían el mérito de la decisión de Obama. «Aquí sabemos que más botas sobre el terreno significan fronteras más seguras», se felicitó el congresista Gabrielle Gifford. «Washington nos ha oído», añadió.