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El juez del juez

La guerra civil que libra la izquierda judicial está a punto de romper aguas

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Luciano Varela Castro, el magistrado juez del Tribunal Supremo que acaba de dictar auto de vista oral contra Baltasar Garzón por presunta prevaricación en el caso de los crímenes del franquismo, también ve amanecer. Como su imputado. El tiempo que le roba al sueño lo dedica a estudiar y leer obsesivamente textos de derecho que alimentan una desmedida pasión por la polémica que llega a soliviantar a sus compañeros en las inacabables deliberaciones de sala. Su ardor por el derecho cultivado durante 23 años en la Audiencia Provincial de Pontevedra y otros tantos en la preparación de generaciones de jueces y fiscales es proverbial. Por el derecho, las garantías, el rigor y el progreso... Y en la coherencia de esa pasión encaja su participación en el alumbramiento de Jueces para la Democracia y su dedicación de obrero de la ley a edificar el Tribunal del Jurado a las órdenes del entonces ministro de Justicia Juan Alberto Belloch.

En el tortuoso camino de la querella, que ahora se convierte en juicio oral después de una de las tormentas jurídico-políticas más colosales que se recuerdan en democracia, Luciano Varela ha dejado algunas «plumas». Su mujer, Margarita Castejón, teniente de alcalde por el PSOE en Pontevedra y alcaldesa 'in pectore' hasta hace meses parece que ya no interesa como candidata. A uno de sus dos hijos en la carrera judicial se le abrió un incomprensible expediente disciplinario a instancias de un gran amigo de Garzón, el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu. Estas y otras escaramuzas libradas en pasillos y despachos casi siempre amortiguadas por el espesor de las moquetas sugieren una reyerta entre dos magistrados que se tiran a la cabeza la Transición, la guerra civil, las fosas y el Aranzadi en una especie de torneo medieval hasta que uno de los dos rinda sus armas. Pero no están solos. Los 'coros de Nabuco' que liderados por el fiscal Jiménez Villarejo entonan la melodía antifranquista en las aulas de una universidad atacada de melancolía de los tiempos que no volverán, son parte del decorado de la contienda. Pero los 'profesionales' de esa incruenta Guerra Civil que libra la izquierda judicial, la de los Perfecto Andrés, Conde Pumpido, Margarita Robles, Gómez Benítez, Javier Zaragoza, José Antonio Alonso, no aparecen en la foto. Después de años de pugnas libradas entre la Sala Segunda y la Audiencia Nacional, con víctimas como Liaño o Moreiras, instrucciones fallidas como Nécora y Noxa, el juicio a Garzón aparece como el choque de trenes de dos concepciones de la Justicia desde la propia izquierda. Garzón representaría el fin que justifica el roce de la toga en el barro del camino. Varela, el derecho como el supremo árbitro sin condiciones. La tensión se ha ido cocinando a fuego lento durante años. Ahora está a punto de romper aguas.