Fernando alonso, pensativo en sochi

Fernando Alonso y la dificultad de elegir bien

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Decía el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela que cuando tiene que elegir el corazón, es mejor que decida la cabeza. Y eso es justo lo que le ha ocurrido en su trayectoria deportiva a Fernando Alonso: su instinto, y muchas veces su propio entorno, no le han aconsejado bien. El piloto asturiano ha decidido tomar un nuevo rumbo en su carrera, dejar Ferrari, en dirección a un nuevo (o viejo, según lo que elija) destino. Aún no ha dicho dónde irá, pero lo que sabemos seguro es que no volverá a vestir los colores de la Scuderia más allá de 2014. ¿Ha elegido el corazón o la cabeza?

Desde que saliera de Renault en 2006 con dirección a McLaren, el piloto asturiano ha ido encontrándose con piedras en el camino que le han impedido conseguir un tercer título que parecía cantado. No es poner paños calientes sobre una realidad, pero lo cierto es que ha jugado en su contra el contexto de los equipos en los que ha militado Alonso desde que se proclamara bicampeón del mundo. ¿Quién iba a pensar que McLaren se iba a convertir en un polvorín? ¿Por qué se decidió por volver a una Renault medio desmantelada y no aceptar la oferta de Red Bull? ¿Tan atrayente era Ferrari para apostarlo todo allí, pese a que ya estaba en claro declive desde la marcha de Schumacher?

De Renault a McLaren

Cuando Fernando Alonso llegó a Renault de la mano de Flavio Briatore, el italiano ensanchó el pecho a sabiendas de que estaba fichando al mayor talento de la parrilla. Sus actuaciones con un Minardi que daba lástima le granjearon el apoyo incondicional y eterno del ‘capo’ de Renault, que no dudó en subirle al primer equipo en la temporada 2003, después de un año fogueándose como probador. Sólo tardó dos carreras en lograr su primera pole y su primer podio en Fórmula 1, y unas cuantas carreras después, la inolvidable victoria en Hungría. Había llegado para quedarse. Pese a todo, las moscas de su entorno le zumbaban en el oído que el italiano quería beneficiar a Trulli primero, por ser italiano, una sospecha que también se ganaría Fisichella por el mismo motivo.

Dos años más tarde, en 2005, llegó el primer campeonato al que le vendría de seguido el segundo entorchado. Alonso estaba en la cúspide del mundo, pero sabía que a Renault se le acababan los fondos. Los cantos de sirena de McLaren, de la mano del Banco Santander, le atrajeron sobremanera y decidió firmar con la escuadra de Woking. Alonso hasta aquel momento se había declarado ‘McLarenista’ por su admiración hacia Ayrton Senna. Quién iba a pensar que aquella iba a ser la primera de una larga lista de pasos equivocados.

Un año de pesadilla en Woking

La fastuosa presentación de McLaren en la Valencia de Francisco Camps fue toda una premonición de lo que iba a ocurrir ese año: un opulento gigante, pero con el interior vacío. Alonso había llegado con la vitola de líder del equipo, máxime cuando su compañero era un novato, un tal Lewis Hamilton, que llegaba a la Fórmula 1 para aprender del piloto que había conseguido jubilar a Michael Schumacher, ahí es nada. Primera carrera de 2007, Australia, primer podio de Alonso con McLaren. Hamilton, cuarto. Segunda carrera del año, Malasia, primera victoria de Alonso, primer podio de Hamilton… y sospechas. Los mecánicos, los técnicos y los responsables de McLaren se sentían más predispuestos a beneficiar a su canterano que al campeón.

La ‘bomba’ estalló en Mónaco, su onda expansiva se hizo patente en Hungría y el ambiente en el equipo se hizo irrespirable. Si además Alonso se ve envuelto en el escándalo de espionaje industrial con Ferrari (quién lo iba a decir…), es evidente que una huida de allí se hacía imperiosa. Alonso salió por la puerta de atrás de un equipo que rozó el campeonato, y que lo ganó al año siguiente ya sin el español en sus filas. Aquel McLaren MP4-23 fue uno de los más brillantes hechos en la factoría de Woking, y aunque Hamilton sufrió para ganarlo hasta la última curva de Interlagos, lo logró. ¿Habría estado Alonso a la altura?

El ‘no’ a Red Bull para volver a Renault

Por aquel 2008, el equipo Red Bull aún no se había convertido en el ogro a batir, sino que aún era ese equipo simpático que disfrazaba a sus pilotos y mecánicos en función de los compromisos publicitarios. Sebastian Vettel aún era un prometedor joven que militaba en Toro Rosso, y la escuadra de las bebidas energéticas se veía como un arribista con ganas de medrar, pero sin opciones de convertirse en un grande. Querían a un gran campeón que dirigiera la transición del equipo hacia lo más alto y tantearon a Alonso, pero este no se lo tomó en serio. De nuevo, craso error.

Renault le abrió las puertas para su regreso a casa. Ya no vestían los colores azules que les hicieron grandes, la casa madre francesa les había dejado prácticamente a su suerte y Flavio Briatore empezaba a caer en desgracia. El vodevil de Singapur 2008, en el que el dirigente italiano obligó a Piquet Jr. a chocarse para beneficiar a Alonso sería a la postre la victoria más amarga y polémica de la carrera del español. La temporada 2009 fue la peor de su carrera en Fórmula 1, con un solo podio y un paupérrimo noveno puesto final. Debía salir de allí, y en Maranello le llamaron: sin Schumacher, Räikkönen no había dado la talla pese a ganar el título de 2007. El finlandés no encajaba -ni encajará nunca- en la filosofía de Ferrari, y querían a un piloto de calidad probada para ser el líder del equipo. Ferrari había dominado el primer lustro del siglo, y aunque ya no era el que fue, la leyenda del Cavallino Rampante era un caramelo demasiado atrayente.

Un lustro de rojo para acabar en blanco

Un piloto español en Ferrari, el sueño de todo aficionado a la Fórmula 1 en nuestro país. Fernando Alonso llegaba al mejor equipo del mundo, al menos históricamente, para comenzar una nueva era de gloria vestido de rojo. Primera carrera, victoria, algo que sólo habían logrado leyendas como Mario Andretti, Nigel Mansell o el propio Räikkönen. Mejor inicio, imposible. Parecía que ahora sí.

Llegó a la última carrera de ese 2010 con opciones, más que nadie, para alzarse con el campeonato. Él, Mark Webber, Lewis Hamilton y Sebastian Vettel eran los únicos que podían alzarse con el título en Abu Dabi. Y entonces descubrió a la verdadera Ferrari de la nueva era: le ordenaron entrar en boxes en el peor momento, se quedó atascado detrás de Vitaly Petrov y perdía un campeonato que ya acariciaba. Un jarro de agua fría que se repitió en 2011, cuando Red Bull creó un monoplaza imparable y hacía a Sebastian Vettel bicampeón. La temporada 2012, la del Alonso casi perfecto, fue todo un ejemplo de lo que estaba ocurriendo: aquel F2012 era un auténtico hierro, como se dice en el argot, y con suerte el tercer coche de la parrilla, y sin embargo Alonso lo llevó tres veces a lo más alto, con la victoria en Valencia como la mejor del año y una de las mejores de su carrera deportiva. Sus lágrimas de emoción ante el enfervorecido público reunido en el trazado levantino se convirtieron en rabia unos meses después en Brasil, donde se quedó a sólo tres puntos del título. Sus ojos, inyectados en sangre tras la carrera, lo decían todo. En 2013 más de lo mismo: un coche muy inferior, y su entorno que ya empezaba a susurrarle al oído, de nuevo, que igual debía empezar a plantearse salir. Alonso apostó por la continuidad en 2014, algo que no consiguió Felipe Massa, pero el equipo de Maranello no estuvo a la altura. El F14-T ha sido una auténtica pifia, y los cambios de reglamentación no sólo no les han beneficiado para auparles en la clasificación, sino que les han perjudicado. La escuadra italiana se enfrenta a su primera temporada sin victorias en más de 20 años. Y a Alonso se le ha terminado la paciencia.

Este repaso de los movimientos de Alonso por el paddock de la Fórmula 1, a toro pasado, arroja un sonrojante resultado: por mucho que se le considere uno de los mejores de la parrilla de las últimas décadas, ha ganado ‘sólo’ (ya quisieran muchos) tres subcampeonatos en los últimos ocho años. Pese a que tanto en 2010 como en 2012 y 2013 rozó el entorchado, ser el primero de los perdedores es algo que hierve la sangre del asturiano. En palabras de Luca Cordero di Montezemolo, Alonso se va de Ferrari porque ya no tiene tiempo y quiere volver a ganar. Si en Ferrari no han conseguido darle un coche ganador en cinco años, el asturiano no está dispuesto a esperar más. McLaren vuelve a llamar a su puerta, de la mano del gigante Honda, para formar una dupla que en el pasado les llevó a la temporada más aplastante que ha visto la historia de la Fórmula 1, con Alain Prost y el inolvidable Ayrton Senna como pilotos. El problema para Alonso es que dicha apuesta, como tantas otras, puede salirle mal… otra vez.

Los números dictan una dura sentencia: desde 2006, cada vez que Fernando Alonso ha fichado por un equipo, lo ha hecho por el equivocado y ahora hay motivos fundados para ser suspicaces de cara a la decisión que vaya a tomar. Quizá Alonso debería seguir el consejo del metamórfico escritor Franz Kafka: «Reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas».