Rafael Spottorno y el Rey Juan Carlos.

Spottorno, la 'muleta' del monarca

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Desde que el Rey empezó a trastabillar hasta que, con un hilo de voz, terminó su intervención, solo transcurrieron un par de minutos, pero se hicieron eternos. Nervioso y sin aliento, don Juan Carlos resoplaba y dudaba mientras las palabras que bailaban en las páginas de su discurso se le rebelaban también en el paladar. Lo único que querían todos los asistentes a la celebración de la Pascua Militar era que acabase ya.

Ésa fue la primera parte del mal trago. Después llegó la obligada ronda de interpretaciones, con las voces más histéricas detectando síntomas de senilidad y sumando argumentos para exigir la abdicación, mientras los más benévolos trataban de justificar los titubeos por el cansancio o los nervios. De cualquier modo, la primera aparición pública del monarca tras su última operación se había saldado con un rotundo fracaso.

¿Qué sucede en la Casa del Rey después de algo así? ¿Hay carreras, reuniones, gritos? «En la Casa Real no caen broncas -asegura el diplomático granadino Francisco Fernández Fábregas, su jefe de Protocolo hasta 2000-. El Rey es muy espontáneo, pero también muy medido. Su bastón de apoyo es el jefe de la Casa y, si algo sale regular o mal, él es el responsable».

Efectivamente, Rafael Spottorno se ha convertido en esa otra 'muleta' de su majestad, y hacia él se dirigen sus miradas cuando algo va mal, aunque no para pedir cuentas, sino para buscar soluciones. En esta ocasión, no se complicó mucho para quitar hierro a lo ocurrido: según la versión de La Zarzuela, el atril que sostenía las hojas que debía leer estaba mal iluminado. Un fallo técnico del que nadie puede culpar al Rey.

No ha sido éste, ni mucho menos, el mayor de los escollos que Spottorno se ha visto forzado a sortear. Desde su llegada a la Casa del Rey -siendo exactos debería hablarse de regreso, pues ocupó el puesto de secretario general de 1993 a 2002-, el nuevo jefe se ha visto obligado a apagar un fuego tras otro. De hecho, ya accedió al cargo en un momento delicado -en septiembre de 2011, con el escándalo Urdangarin a punto de estallar-. Solo tres meses después provocaba un enorme revuelo al reconocer lo poco «ejemplar» que le resultaba la conducta del marido de la Infanta Cristina, decidido a aislar la Corona del daño que podían causarle los turbios negocios del yerno. Daba inicio de esta manera a una nueva forma de hacer las cosas en palacio: Spottorno no rehúye los problemas, llama a las cosas por su nombre y jamás pierde la calma.

Ha adquirido ese aplomo a lo largo de una dilatada trayectoria profesional. Nacido en Madrid en 1945, Rafael Spottorno Díaz-Caro, sobrino del filósofo José Ortega y Gasset y primo de José Ortega Spottorno, fundador de Alianza Editorial, cambió la inclinación familiar por las letras, que también siente, por el Derecho, antes de decidirse por la carrera diplomática. Destinado, sucesivamente y con distintas responsabilidades, en La Habana, Río de Janeiro, Bruselas y Nueva York, pasó veinte años en el extranjero antes de fijar su residencia en España.

Ya de regreso, ocupó diversos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores hasta que fue reclamado por la Casa del Rey para ser segundo de Fernando de Almansa, su responsable entre 1993 y 2002. Concluida esa etapa, probó con el sector privado y se hizo cargo de la Fundación Caja Madrid, donde permaneció hasta que volvió a recibir la llamada de La Zarzuela.

Entre sus colegas de profesión, Spottorno goza de enorme prestigio. «Es un hombre de una gran solvencia moral, de una gran talla intelectual y de una vocación profesional excepcional», dice de él Fernández Fábregas, un retrato muy similar al que dibuja Alberto Aza, el anterior jefe de la Casa del Rey: «Es un verdadero diplomático; un hombre con vocación de servicio público al Estado, inteligente, culto y prudente».

Una de las periodistas que cubre habitualmente las informaciones sobre la Familia Real aporta nuevos matices. «Es luchador, inasequible al desaliento aunque tenga el viento en contra. Una persona muy sólida». Son cualidades que no impiden que, en distancias más cortas, se revele como «alguien con mucho sentido del humor, mano izquierda y capaz de encajar lo que sea con flema británica».

El encuadernador de libros

Hay también otro Spottorno, mucho menos ceremonioso y más divertido, que aparece a la vista de su círculo más íntimo. Éste es un apasionado de la música clásica y lector voraz, y dedica buena parte de su tiempo libre a restaurar y encuadernar libros, una técnica que aprendió de un maestro belga y que, con la práctica, ha llegado a convertir en arte. Es también el hombre que, cuando tiene ocasión, se escapa a las playas de Cádiz y se relaja jugando al golf. El mismo que se empeñó en fijar su residencia en Madrid para impedir que el desarraigo prendiese en sus dos hijas. Hay que añadir que lo consiguió: Pía es hoy una médica especialista en rehabilitación y Blanca, politóloga, atiende con su madre, Pía Rubio, el negocio familiar, una tienda centrada en el 'arte de la mesa' que abrieron en la calle Padilla de la capital y que vende, entre otras mil cosas, mantelerías, vajillas y cuberterías exclusivas. Es Blanca quien atiende amablemente al teléfono y confirma que su padre sigue fiel a sus aficiones -«aunque ahora dedica todo su tiempo a su trabajo»-, y que mantiene «intacto» su sentido del humor. Se diría que la discreción es marca de la casa, una virtud que permite a la familia llevar una existencia tranquila y dedicada a lo suyo. Aunque la prensa rosa lo intenta -no dejó de hacerse eco de la boda de Blanca, el año pasado, con el preparador físico Javier García Marín-, es difícil que encuentre algo a lo que hincar el diente, como no sean los postres de la empresa de repostería que recientemente ha puesto en marcha.

En cualquier caso, y sin restarle mérito, no es esa faceta hogareña la que hace de Rafael Spottorno un personaje único, sino su desempeño profesional. Es el artífice de la mayor parte de los cambios que ha experimentado la monarquía española en los últimos tiempos en su apuesta por modernizarla.

Hay que reconocer que las circunstancias han acelerado este proceso: ya en su primer encuentro con los periodistas al poco de tomar el mando en la Casa del Rey, Spottorno realizaba un diagnóstico sensato del estado de salud de la Corona y admitía un descenso en su valoración entre la ciudadanía, provocado tanto por la situación de desánimo generalizada como por «causas propias». Decidido a reforzar la institución como punto de referencia social y político, avanzó cuál sería el tratamiento: transparencia y austeridad.

No tardó en dar el primer paso, desvelando el gran secreto: el sueldo del Rey. Desde entonces, la Casa, que ha pedido ser incluida en la Ley de Transparencia, presenta cada año unas cuentas, desglosadas por capítulos, que no cesan de mermar -para 2014 dispondrá de 7,75 millones de euros, un presupuesto menor que el que manejaba en 2005-.

Fue un esfuerzo reconocido, aunque pronto quedase arrinconado por el continuo goteo de datos sobre las actividades aparentemente irregulares de Iñaki Urdangarin en el Instituto Nóos. La situación empeoró aún más con el amargo episodio generado por el accidente de caza que sufrió el Rey en Botsuana, que puso a prueba la capacidad de reacción del equipo que rodea al monarca.

No se muerde la lengua

La célebre frase de disculpa -«Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir»-, fue de todo menos improvisada. Convaleciente en el hospital, el Rey comenzó a preocuparse cuando comprobó la dimensión que cobraba el caso y la cobertura que se le estaba dedicando. Spottorno y el responsable de Comunicación, Javier Ayuso, sugirieron la posibilidad de que dijese algo al salir. El Rey aceptó: debía ser algo sencillo, fácil de entender y, por supuesto, que sintiese. Fue su 'discurso' más breve: diez palabras -que convirtió en once al añadir una 'y'-, y un resultado natural y muy convincente.

Se trató, en todo caso, de algo nunca visto hasta entonces, pero que encaja perfectamente con la forma decidida de actuar del jefe de la Casa del Rey, quien también ha sido capaz de acudir a la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo para dejar en evidencia a las publicaciones que disfrazaban los rumores como información cierta en lugar de resignarse y recurrir al habitual 'sin comentarios'.

Se tiene la idea de que la sinceridad está reñida con la diplomacia, pero, al parecer, esto nunca ha sido así para Spottorno, como quedó demostrado recientemente al hacerse público un paquete de correos electrónicos de Miguel Blesa correspondiente a su etapa en la presidencia de Caja Madrid. En ellos, además de dejar constancia de su estilo de vida despilfarrador, son patentes las presiones que recibía en el cargo para que adoptase determinadas decisiones, en las que a veces se veía involucrado Rafael Spottorno como director de la Fundación de la entidad bancaria. «Inasumible» o «inabarcable» son algunos de los adjetivos más suaves que emplea para frustrar las propuestas que le presentan, porque llega a hablar incluso de «desvergüenza» y «despilfarro». Curiosamente, la correspondencia que convierte en villano a Blesa refuerza la imagen de integridad y profesionalidad de Spottorno.

En la Casa del Rey, sigue sin morderse la lengua. El ejemplo más reciente se encuentra en la inusual entrevista que concedió a la televisión, en la que calificó de «martirio» la inacabable instrucción del caso Nóos, cuyo último capítulo ha sido la imputación de la Infanta Cristina.

De momento, la delicada queja, muy criticada por quienes confían en que todo se resuelva con un castigo ejemplar, parece haber acortado la espera para que la hija menor de los Reyes preste declaración ante el juzgado. Un cambio de orientación que también ha asumido su equipo de abogados, que esta vez no ha recurrido la decisión del magistrado.

Hay que decir que Rafael Spottorno no está solo en su tarea transformadora: una decena de estrechos colaboradores, los miembros de la alta dirección de la Casa, comparten fatigas con él. Salvo Javier Ayuso, jefe del área de Comunicación, todos son funcionarios, la mayor parte procedente del Ejército y del cuerpo diplomático, y con una larga vinculación a la institución.

Ni Facebook ni Twitter

Con Spottorno, integran la cúpula de este equipo su secretario general, Alfonso Sanz, y el jefe del Cuarto Militar, Antonio de la Corte. De la Corte se ocupa de la Guardia Real, unidad del Ejército directamente asignada al servicio del Rey, y es el único con despacho fuera de La Zarzuela: lo tiene en el palacio de Oriente. Alfonso Sanz, por su parte, es la mano derecha de Spottorno y responsable de coordinar al resto de jefes de la Casa del Rey.

Domingo Martínez, otro militar, es el jefe del Gabinete de Planificación y Coordinación, quien, entre otras misiones, se encarga de organizar la agenda de Don Juan Carlos y el resto de la Familia Real, para lo que cuenta con el apoyo de Arturo Luis Coello y Jaime Alfonsín, jefes, respectivamente, de las secretarías de la Reina y el Príncipe de Asturias. Toda esa actividad oficial sigue unas reglas que Cándido Creis, diplomático y jefe de Protocolo, se encarga de dirigir.

La gestión económica y del personal de la Casa del Rey depende de Administración, Infraestructura y Servicios, a cuyo frente se halla Isaías Peral. Es el departamento que también se ocupa del mantenimiento de las instalaciones de La Zarzuela.

No hay mucho que aclarar sobre el Servicio de Seguridad, que dirige Francisco López, ni del trabajo del interventor, Óscar Moreno.

Sí que merece la pena detenerse en Javier Ayuso, la última incorporación al organigrama -fue nombrado director de Comunicación en 2012-, por su papel en la estrategia de acercamiento a la sociedad de la Casa del Rey diseñada por Spottorno. Periodista de dilatada experiencia (especialista en temas económicos, ha trabajado en EFE, 'Abc' y 'El País', y también ha sido responsable de comunicación del BBVA), es quien mantiene contacto con los profesionales de los medios y les suministra información. La nueva web -www.casareal.es- es uno de sus motivos de orgullo. Reconoce que «no es divertida, pero sí muy informativa», al dar puntual cuenta de su actualidad y funcionamiento. Hace un mes se lanzó la web infantil, con juegos, actividades y material educativo, con la que se pretende que los más jóvenes conozcan y aprecien la institución.

Quedan asuntos pendientes, como reconoce Ayuso. «No hemos entrado en las redes sociales. No tenemos Twitter, ni Facebook ni Instagram: una cosa es ser moderno y otra es ser suicida. Con el ambiente actual no parece lo más aconsejable. Pero ya llegará el momento».