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Yoko Ono, en cuerpo y alma

La pionera del arte conceptual reúne en el Guggenheim de Bilbao más de 200 piezas que recorren seis décadas de su intensa actividad creativa

MADRID Actualizado: Guardar
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Ha dejado de ser “la artista desconocida más famosa del mundo”. John Lennon se refería así a Yoko Ono (Tokio, 1933), ya que a pesar de “saber su nombre, nadie conoce realmente qué hace”. Pionera del arte conceptual y la performance, esposa del ‘beatle’ asesinado en 1980 y convertida a los ojos del mundo en la malhadada desintegradora del mítico cuarteto de Liverpool, parece haberse librado, al fin, de leyenda de la “bruja mala”, de la pesada carga de la “dragon lady”. McCartney ha repetido que ella no tuvo la culpa de la disolución de los Beatles y con 81 años la genial y revitalizada creadora repasa su obra pionera, singular e influyente, en el Museo Guggenheim de Bilbao. Reúne hasta el uno de septiembre en la ‘catedral de titanio’ de Gehry dos centenares de pieza entre instalaciones, objetos, vídeos, fotografías, esculturas, documentos sobre su performances, sus composiciones musicales y sus actuaciones realizada a lo largo de seis décadas.

Con obras datadas entre 1960 y 2014, la muestra se titula ‘Yoko Ono. Half-A-Wind Show’. “El titulo evoca mitades hablando de un pieza muy importante de los sesenta, un habitación a medias, pero es un retrato muy completo de lo que he hecho. Aquí estoy en cuerpo y alma’ resume Ono, una mujer de apariencia frágil que en el cara a cara desdice su leyenda de ser iracundo e intratable. Eso sí, de Lennon y los Beatles, “ni una palabra” advierten sus ayudantes. “El arte es el oxígeno de mi vida”, explica afable, en la víspera del inauguración esta mujer diminuta y activa que “regaló” a Bilbao una obra realizada en vivo en medio de una recreación de sus memorables performances.

La muestra invita al espectador a participar e interactuar con muchas de sus instalaciones. Lo recibe con una puerta giratoria que no va a ninguna parte. Le coloca luego de bruces ante la pieza que inquietó a John Lennon, ‘Pintura del techo, pintura del sí’, hasta querer conocer a su autora. Es una escalera de pintor que permite ascender hasta una lupa y llegar a la diminuta palabra “yes” impresa en un lienzo. A partir de ahí, un recorrido por una obra tan variada como sugerente con laberintos, objetos, películas, y paisajes terrenales y corporales, como el que reproduce en mármol la anatomía fragmentada de la propia Yoko Ono que invita al espectador a recorrerla con los dedos humedecidos en un pequeña pila. Un viaje a menudo inquietante en el que el concepto es más importante que la resolución y cuya esencia está reunida en un libro, ‘Pomelo’, con las instrucciones para ejecutar muchas de las instalaciones y performances concebidas desde finales de los cincuenta.

Antes de inaugurar la exposición explicó Yoko Ono en un atestado auditorio del museo cómo de niña quería ser “un guerrero de una oración japonesa que atravesaba siete desgracias y ocho sufrimientos”. Hasta que las desgracias de la vida le llevaron a decir, “¡basta!”, y alternar la esencia de la leyenda, cambiando el lema en “siete felicidades y ocho tesoros". Lo dijo tras ejecutar ‘Pintura de acción’ (‘Action Painting’) sobre once lienzos de dos por un metro en los que estampó con tinta y una enorme brocha unos kanjis japoneses alusivos a esa leyenda. “Un regalo para esta bella ciudad vasca de Bilbao” dijo ante los más de 300 asistentes a su primera actuación en España y ante los que se ejecutaron otras dos acciones.

Recreó ‘Pieza cielo para Jesucristo’ (‘Sky Piece to Jesus Christ’) y ‘Pieza promesa’ (‘Promise Piece’). En la primera una orquesta de cámara es literalmente vendada por un grupo de voluntarios hasta que los sonidos se ahogan y es imposible seguir con la agónica interpretación. Una acción que generó en el público tantas carcajadas como sentimiento de angustia ante unos músicos convertidos en una suerte de momias paralizada por un enjambre de gasa.

La tercera y última,‘Pieza promesa’, es un clásico del repertorio de Ono, ejecutada en Londres en 1966 por primera vez. Mostró sobre el escenario un bello jarrón de casi dos metros de alto y a su lado los cientos de minúsculos pedazo de otro jarrón idéntico. Pidió entones al público que se acercara y recoger las piezas de jarrón hecho añicos con la “promesa” de volver a reunirse dentro de una década en el mismo lugar para reconstruirlo. “Nos vemos en diez años aquí” se despidió risueña.