ATLETISMO

Se avecina otra era de una Dibaba

Genzabe, hermana de la tricampeona olímpica, arrolla en la final de 3.000 y Ukhov es batido por Barshim en altura

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Los aficionados esperaban que Ivan Ukhov atacara este domingo el viejo récord del mundo de Javier Sotomayor en salto de altura. Los 2,43 que firmó el genial saltador cubano en el Mundial de Budapest están a punto de cumplir un cuarto de siglo y el ruso llevaba un invierno imponente, con tres vuelos por encima de 2,40 y una mejor marca de 2,42 (igualó el récord de Europa), así que lo tenía claro: «A Sopot vengo a por el récord del mundo». El objetivo no era ser campeón, su reto en Polonia era saltar 2,44, ocho pies que dirían los americanos. Pero en atletismo no valen de mucho las previsiones y Ukhov se marchó sin plusmarca y sin título.

Genzabe Dibaba lo hizo al revés. La etíope cambió varios récords antes del Mundial ‘indoor’ y viajó a Polonia a por el título de 3.000. Dos años atrás, en Estambul, consiguió el de 1.500 y eso le hizo pensar que estaría bien tener el de la distancia superior. Su mensaje fue justo el contrario al de Ukhov. «Aquí no he venido a por un récord sino a por una medalla de oro».

La etíope no falló. Durante los dos primeros kilómetros se dio un paseo, pero en el tercero tomó la cabeza y ya no volvió a mirar atrás. En mil metros le sobró para regalar la clase que derrocha. Ese tercer kilómetro cayó en 2.38 y entró en la meta con casi tres segundos de ventaja (8:55.04) sobre la keniana Obiri. Su demostración fue tan portentosa que su tiempo en la segunda mitad de la carrera (4.04) le habría valido para ser segunda en la final de 1.500...

Genzebe no defrauda a pesar del enorme peso de su apellido: es la hermana pequeña de Ejegayehu (nueve años más mayor), plata en el 10.000 de los Juegos de Atenas, y de Tirunesh Dibaba (nació seis años antes), dueña de cinco medallas olímpicas con tres oros. Y además es prima de Derartu Tulu, doble campeona olímpica. Una familia de campeonas. Ahora parece haber comenzado la era de la última hermana, Genzebe, una superclase que este invierno batió tres récords mundiales (1.500, 3.000 y dos millas) en 15 días.

«No esperaba superar el de 1.500, pero lo logré y entonces entendí que caerían los tres», dijo después de su exhibición. Genzebe acaba de cumplir 23 años y el futuro es suyo. Es el último orgullo de Bekoji, la aldea de los campeones donde también nació, además de la familia de Genzebe, Kenenisa Bekele. Tirunesh siempre estuvo encima de ella desde que un profesor, después de verle ganar todas las carreras que corría en el colegio, le preguntara por qué no se dedicaba al atletismo como sus hermanas. La mediana de las Dibaba la apoyó e incluso la acogió en su casa después de casarse con Sileshi Sihine, otro fondista sobresaliente (fue subcampeón olímpico y mundial). La tricampeona olímpica no solo lo hizo por cariño, también por convicción, como sentenció en su día: «Genzebe será incluso mejor que yo».

El freno de la espalda

Quien no habló de objetivos en Sopot fue Mutaz Essa Barshim. Harto de que le preguntaran por Ukhov, de quien todo el mundo esperaba un récord del mundo, el atleta catarí siempre respondía lo mismo: «No me fijo en mis rivales, solo lo hago en mí mismo». Y eso hizo en la final. Saltó ocho alturas a la primera (desde 2,20 hasta 2,38) y cuando llegó al pulso con Ukhov sobre 2,40 los tres acabaron su concurso. La diferencia es que el ruso, guardando fuerzas para un hipotético intento de récord del mundo, solo atacó cuatro alturas y se dejó dos nulos sobre 2,38 que le costaron el oro.

Barshim se desmarca por primera vez de la sombra de Bohdan Bondarenko, el ucraniano que en 2013 atacó tres veces el récord del mundo al aire libre de Sotomayor y que este año ha pasado de la pista cubierta para volver a intentarlo en verano, y de Ivan Ukhov, un saltador de altura que usa zapatillas de velocista. El catarí tiene tanta clase como sus rivales y solo le ha frenado hasta ahora un problema crónico en la espalda. En los Juegos de Londres se colgó la medalla de bronce después de saltar con una fractura por estrés en una vértebra.

El récord se hizo esperar

Ahora todo el mundo espera dos años apasionantes con duelos por encima de 2,40. El año que viene, el Mundial de Pekín, y el siguiente, los Juegos de Río. Menos mal que Mutaz (su nombre se puede traducir del árabe como ‘orgullo’) se hartó de imitar por su padre, un marchador que se casó con una sudanesa, y se decantó por el salto de altura. Barshim es musulmán y respeta el ramadán. «No es un obstáculo para mí. El problema es cuando estoy en Suecia (su entrenador, Stanley Szczyrba, un polaco nacionalizado por este país) porque los días son mucho más largos (no puede comer ni beber de sol a sol)».

El atletismo abre los brazos a estas nuevas estrellas, incluido el portentoso etíope Mohammed Aman, vencedor en el 800 pero aún conserva a algunos veterano como Bernard Lagat, quien, con 39 años, se convirtió en el atleta masculino de más edad en ganar una medalla al acabar segundo (ya tenía tres oros) en la final de 3.000 que se llevó un atleta 18 años más joven, el keniano Caleb Ndiku.

La que cerró el círculo fue la diminuta Shelly-Ann Fraser-Pryce. La jamaicana, campeona mundial de 100, 200 y 4x100, además de sus dos oros olímpicos en 100, se impuso en los 60 con la mejor marca mundial del año (6.98). El Mundial, del que España se marchó con una medalla de bronce de Ruth Beitia en altura, llegaba a su fin sin récords, pero en la última prueba, el relevo 4x400, el cuarteto estadounidense en el que corrió el hijo del célebre Calvin Smith, corrió en 3:02.12 y batió la plusmarca, también de Estados Unidos, de 1999 (3:02.83).