Los Príncipes descienden del A-310 que les llevó hace dos semanas a a EE UU, el mismo que se averió ayer y que se ve arriba. / Efe
AVERÍA

«Es la primera vez que me pasa»

El Príncipe Felipe cuenta su experiencia tras suspenderse el viaje a Brasil por una avería en su avión

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«Vuelo cancelado». El piloto a los mandos del Airbus A-310 del Ejército del Aire que debía haber trasladado ayer a Brasil a una delegación encabezada por el Príncipe de Asturias lo tuvo claro: el avión no estaba en condiciones de despegar. La orden de suspensión se escuchó en la torre de control de la base aérea de Torrejón de Ardoz hacia las ocho de la mañana, siete horas después del horario previsto para la partida. En esas siete horas, de noche y bajo un frío intenso (con una temperatura que no pasaba de los cero grados), los mecánicos intentaron subsanar la avería detectada en el chequeo de rutina que se lleva a cabo antes del despegue: un cortocircuito en un sensor que impedía el normal funcionamiento de uno de los 'flaps' (alerones) del ala izquierda.

La anomalía había salido a relucir poco antes de que el avión iniciase la maniobra de aproximación a la pista de despegue. Faltaban unos minutos para la una de la madrugada y los pasajeros del Airbus habían empezado ya a acomodarse en sus butacas para un vuelo de unas once horas de duración hasta el aeropuerto Guarulhos, en Sao Paulo. Junto al Príncipe viajaban los secretarios de Estado de Cooperación Internacional, Jesús Gracia, y de Comercio, Jaime García-Legaz, además de representantes empresariales y personal diplomático. También iba un grupo de periodistas.

Los tripulantes no dieron mucha importancia al primer aviso del comandante anunciando una demora por razones de seguridad. «Pura rutina», se dijeron mientras echaban un vistazo a sus relojes y trataban de aprovechar el tiempo extra para echar un sueñecito. Tampoco la segunda advertencia, a eso de las dos de la madrugada, causó mucho revuelo a pesar de que esta vez se les invitaba a descender del aparato mientras se solucionaba el problema. El pasaje, aún somnoliento, buscó refugio del frío en las dependencias de la base de Torrejón pensando aún que todo iba a arreglarse, ya que los equipajes de mano se habían quedado en la cabina.

Hacia las cuatro y media de la mañana los técnicos habían localizado exactamente dónde estaba el fallo. El sensor encargado de activar el mecanismo hidráulico que hace mover los alerones provocaba un cortocircuito. Estaba claro que en esas condiciones era muy arriesgado despegar, así que ante la eventualidad de suspender el vuelo se decidió ensayar una alternativa de urgencia: sustituir la pieza defectuosa por otra correspondiente a un A-310 gemelo. Había un obstáculo, que el 'hermano' del Airbus estaba siendo sometido a una revisión técnica en Getafe.

La operación de sustitución se demoró bastante más de las dos horas inicialmente previstas. Los mecánicos, ayudados con linternas y focos artificiales, trabajaban a destajo a la intemperie nocturna. Los pasajeros observaban la maniobra desde las dependencias de la base aérea con una desconfianza que crecía a medida que pasaban los minutos. Los técnicos pudieron completar el montaje del sensor pero se dieron cuenta de que iba a ser necesario realizar un nuevo ajuste que requería bastantes más horas. A esas alturas los primeros rayos de sol empezaban a asomar por el horizonte. Hubo un intercambio de impresiones entre Defensa y la Casa del Rey, y se decidió que la mejor opción era cancelar el vuelo. Eran poco más de las ocho de la mañana cuando el piloto del Airbus comunicó a la torre de control que la maniobra de despegue había sido definitivamente suspendida.

El Príncipe, que había pasado la noche a bordo del avión (apenas consiguió dormir hora y media) junto al resto de la tripulación, se lamentó ante los periodistas de la cancelación del viaje a Brasil. «Es la primera vez que me pasa, y ya tengo unos añitos», observó con cierta perplejidad antes de abandonar las instalaciones de Torrejón. Don Felipe regresó a su residencia y grabó en vídeo las intervenciones que tenía previsto realizar en Brasil para «estar presente» en los actos dirigidos a impulsar las oportunidades de negocio españolas en aquel mercado. No quería que por tener que suspender el viaje, «los mensajes se perdieran».

Seguridad antes que nada

El Ejército del Aire, que es el encargado de los aviones que utilizan los miembros del Gobierno y la Casa del Rey en sus desplazamientos oficiales, divulgó por la tarde un comunicado en el que daba cuenta del incidente y justificaba la cancelación del vuelo por razones de seguridad. «Para el Ejército del Aire y el 45 Grupo de Fuerzas Aéreas en particular, por la misión específica que tiene encomendada, la seguridad en vuelo es un requisito imprescindible e ineludible ante cualquier otra contingencia». La nota recordaba que el avión «es el mismo que recientemente trasladó al Príncipe de Asturias en su gira americana y realizó el traslado del último relevo del destacamento en Yibuti de la Operación Atlanta».

El 45 Grupo de Fuerzas Aéreas es el responsable de los siete aviones que prestan servicio a la Familia Real y el Ejecutivo en sus viajes. Son los dos Airbus A-310 que protagonizaron el incidente de ayer y cinco Falcon de menor tamaño. Los primeros, que se usan para los desplazamientos más largos, fueron comprados de segunda mano en 2002 a Air France por 172 millones de euros. Son dos aeronaves que entraron en servicio en 1983 y que tienen tres décadas a sus espaldas, aunque tras su completa remodelación en 2002 para adaptarse a su nuevo cometido se calculó que tenían vida útil para otros 25 años. La adaptación se realizó en la propia fábrica de Airbus en Toulouse y consistió en la incorporación de elementos como un par de dormitorios (con sendas camas de tamaño de matrimonio), una sala de reunión (con ocho confortables butacas forradas en piel), un baño VIP, e incluso medidas de seguridad antimisiles. Y en la panza, el llamado 'gallinero', 59 asientos de clase bussiness para periodistas y cámaras.

«Es raro»

Los Airbus fueron adquiridos en la época de José María Aznar en sustitución de dos viejos Boeing 707 que habían dado un montón de quebraderos de cabeza a los técnicos de Defensa. Una de las situaciones más delicadas tuvo lugar cuando el mecanismo hidráulico del tren de aterrizaje de uno de los 707 que transportaba a Aznar a una cumbre iberoamericana se bloqueó al intentar aterrizar en Punta Cana y los pilotos tuvieron que accionarlo de manera manual.

Pero Aznar no ha sido el único presidente que ha tenido problemas, ya que Zapatero se quedó colgado hace tres años en la pista del aeropuerto de Lomé, la capital de Togo, después de que el piloto abortase la maniobra de despegue del Falcon que le llevaba. La versión que trascendió fue que una nube de insectos había obturado algún conducto mecánico. El mandatario regresó a España horas después en otro Falcon.

La avería del Airbus abre un interrogante sobre el mantenimiento de los aviones adscritos al 45 Grupo de las Fuerzas Aéreas. Fuentes consultadas por este periódico coinciden en que los flaps suelen ser uno de los componentes más sensibles en un avión. «No es extraño que den problemas, pero es raro que en aparatos con protocolos de mantenimiento tan estrictos surjan dificultades minutos antes de un despegue». El Ministerio de Defensa adjudicó el año pasado el contrato de mantenimiento de los A-310 a Cassidian, una división de la empresa EADS, en la que se integró la antigua CASA (la española Construcciones Aeronáuticas). El contrato, que incluye otros aviones, establece una duración de 4 años y asciende a 53,5 millones de euros. Cassidian eludió ayer hacer comentarios y se remitió a las informaciones facilitadas por Defensa.

El de los aviones para los desplazamientos oficiales es un asunto espinoso. Todos los países del G8 disponen de aparatos específicos para sus principales autoridades -el más conocido es el Air Force One-, pero en todos surgen enconadas disputas cada vez que se anuncia un gasto en ese apartado. Sarkozy tuvo que soportar un chaparrón que probablemente contribuyó a apearle del Elíseo cuando en 2010 se supo que iba a dedicar 180 millones de euros a adquirir un nuevo avión presidencial, un Airbus A-330 de segunda mano. Pocas horas después de que la noticia trascendiese, toda Francia ironizaba ya sobre el 'Air Sarko One'.