¿Se acabó la fiesta del botox?

Durante más de una década ha sido el tratamiento mágico en el que las mujeres han confiado para mantener a raya sus arrugas. Las cremas caras no colmaban todas sus expectativas, pero el chute de botox siempre había funcionado. Unos pinchazos y las patas de gallo se alisaban y los ceños fruncidos se transformaban en frentes lisas como una pista de hielo. Cuando todo lo demás fallaba, la toxina estaba ahí para detener el tiempo.

O eso era lo que Indira Day creía. Cuando en 2003 el botox se convirtió en un tratamiento de belleza asequible en Reino Unido, ella fue de las primeras en probarlo. Desde entonces, esta madre de 46 años visitó cada tres o cuatro meses a su dermatóloga para subirse las cejas y la moral. Hasta diciembre del año pasado. “Fui antes de las fiestas de Navidad y esperé tres días para que hiciera efecto. Pero, esa vez, no pasó nada. Solo se había producido una leve mejoría y los efectos se desvanecieron en unas semanas. Me inyectaron otras dos dosis. Cuando tampoco funcionaron, mi dermatóloga sugirió que había desarrollado resistencia”. (Más información)