TENSIÓN EN LA REGIÓN

La OCI y el escenario egipcio

La presencia del presidente iraní Ahmadineyad en la cumbre de El Cairo desata las especulaciones sobre un posible entendimiento entre países

MADRID Actualizado: Guardar
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La 'cumbre' de la Organización de la Conferencia Islámica se abrió esta mañana en El Cairo y ese hecho, formalmente solo circunstancial, le añade un plus de interés extraordinario. La escena material, El Cairo, capital del país sunní por excelencia, es la sede de la respetada institución de al-Azhar, universidad, mezquita y autoridad de orientación legal y arbitraje, el gráficamente llamado Vaticano sunní, el gobierno egipcio está ahora en poder de islamistas sunníes hasta la médula, los “Hermanos Musulmanes” y, para animar más la situación, llegó al frente de la delegación del Irán el presidente Ahmadineyad.

El bullicioso e imprevisible presidente del gran país shií – es decir, de la otra gran rama del islam, aunque solo mayoritaria en Irán, Iraq y Bahrein – fue ayer a rezar y sollozar, sin inconvenientes y según lo previsto, a la tumba de Sayyida Zeinab, nieta del profeta Muhammad e hija del yerno de éste, Alí, fundador, con su hijo Hussein, de la shía (literalmente, los partidarios), la gran secesión de finales del siglo VII que sigue hoy con una virulencia sangrienta.

El lector no debe equivocarse: la shía es apenas tolerada por las autoridades y sus pocos adeptos viven su fe con una discreción que ha sido prácticamente clandestinidad. La apertura en curso y los cambios sociales han permitido algún progreso: por lo menos, los shiíes tienen ahora un portavoz al que dirigirse, Bahaa Anuar.

La dimensión bilateral

Cuando se anunció que el presidente Ahmadineyad acudiría se especuló con la posibilidad de que, por fin, Egipto y el Irán reanudarían sus relaciones diplomáticas, suspendidas en 1989 por iniciativa del nuevo régimen islámico iraní (la revolución jomeinista, shií) tras la firma, semanas antes, por Egipto del Tratado de Paz con Israel.

El nuevo régimen iraní llegó después al extremo de rotular una calle de Teheran con el nombre de Jalid Isambuly, el teniente que asesinó a Sadat en octubre de 1981 durante un desfile militar. La anulación de esa notable decisión ha sido siempre – o lo era durante el largo periodo de Hosni Mubarak – un insoslayable requisito previo para todo intento de normalización. La impresión general, que recoge hoy el diario “Al Ahram”, es que la reconciliación diplomática oficial tampoco llegará ahora.

Hay que añadir que la mayor autoridad religiosa – y, en cierto modo, legal – del país, el imam de Al-Azhar, Sheik Ahmed al-Tayeb, no escatimó reproches a la conducta del gobierno iraní cuando ayer recibió al presidente Ahmadineyad. Deliberadamente, ha trascendido que le pidió que deje de interferir en los asuntos de los países del Golfo (…) y, lo que es algo más notable, que influya para proteger a la minoría sunní en Bahrein (de la que procede la familia real, la dinastía de los Jalifa, que, bajo protección occidental rige el minúsculo país desde el siglo XVIII) cuando allí los muertos los pone la mayoría shií…

Irán, en dificultades

Es entendible que en Teheran se haya dado gran relieve a la visita del presidente del Irán shií, y se puede decir que el muy sunní y “hermano musulmán” presidente Morsi (bajo presión ambiental de sus ultras, los salafistas) le brindó los honores de ordenanza en el aeropuerto y ha hablado con él a fondo de la situación bilateral. Pero el pleno de la Conferencia Islámica se quedó para hoy y mañana, como sus conclusiones sobre el tema del día (el conflicto en Siria) y la cuestión palestina, que volverá con fuerza a la escena política con el anunciado viaje del presidente Obama a la región en marzo.

Irán tiene dificultades considerables y adicionales tras su decisión de apoyar a fondo y casi abiertamente al régimen del presidente Assad. Esta política es, sin embargo, compatible con su adhesión oficial y verdadera a un desenlace políticamente pactado, una posibilidad que, aunque parece muy lejana, ha ganado cierto interés desde que el nuevo jefe de la resistencia, el sheik Ahmed Muaz al-Jatib, se dijo dispuesto a entrevistarse con emisarios de Assad y después mencionó por su nombre al vicepresidente sirio, Faruq al-Sharaq, un civil sin responsabilidad en la represión.

Sea como fuere, Ahmadineyad se apoderó el interés informativo y político en el umbral de la magna reunión, pero mañana será otra cosa. Hay un borrador de declaración final sobre Siria que ha trascendido y deberá ser enmendado si se busca la firma de los 56 países representados en la “cumbre”. Mañana saldremos de dudas…