Seguidores de Mubarak se manifestan. / Efe
análisis

Cambio de régimen en Egipto

Los Hermanos han ganado, sin arrasar, y han impregnado con su criterio una Constitución que, sin embargo, es mucho menos islámica de lo que hubieran deseado

MADRID Actualizado: Guardar
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Las menciones del campo liberal egipcio a fraudes y presiones indebidas para explicar su derrota en el referéndum constitucional son meramente retóricas y aunque sean ciertas en casos aislados que han sido denunciados, lo sucedido se acomoda bien al pronóstico de un opositor prestigioso, Mohamed al-Baradei: “el referéndum pasará, es verda”, dijo a una cadena americana de TV ayer lunes,

Con su habitual solvencia para los cálculos electorales – una prueba de la extensión y aplicación de sus redes de militantes en cada rincón del país – los propios Hermanos Musulmanes, ganadores, predijeron solo horas después del cierre de los colegidos el sábado, que en la segunda fase de la consulta el “sí” había obtenido el 71 por ciento lo que, con el 57 por ciento de una semana antes, da un 63,8 por ciento de aprobación final.

Ahí, sin embargo, debe terminar la legítima satisfacción islamista por el resultado: un referéndum que cambia el régimen egipcio nacido de la abolición de la monarquía en 1952 y que parecía inatacable, debería ser más inclusivo y registrar menos oposición más participación ciudadana: solo ha votado el 32,9 por ciento del censo, contra el 49 que votó al presidente islamista Mohamed Mursi en junio. Entonces le apoyaron 13,2 millones de egipcios, pero ahora solo han ido a votar sí 10,5 millones. Los islamistas ganan, pero tienen de qué preocuparse…

La Hermandad, a prueba de la realidad

La oposición ha hecho solo una protesta formal y, a sabiendas, sin base real para negar la realidad aceptada juiciosamente por Baradei, quien como portavoz y coordinador, por fin, de la oposición liberal unida (el “Frente de Salvación Nacional”) se ha hecho con un papel central en el escenario político.

Lo cierto y verdad es que los Hermanos han ganado, sin arrasar, y han impregnado con su criterio una Constitución que, sin embargo, es mucho menos islámica de lo que hubieran querido los islamistas radicales de al-Nur (los salafíes) asociados electoralmente con la Gamaa Islamiya, que recibieron en las legislativas de enero pasado nada menos que 125 escaños… De hecho, la Asamblea Constituyente había hecho un trabajo de aproximación y, hasta donde pudo, de conciliación posibilista.

Ha sido insuficiente el esfuerzo y aunque hay un ambiente de normalización y cambio de régimen, la aprobación no significa un rumbo estable de normalización política tras un modelo pactado: el peligro inherente a la desaparición del régimen de Mubarak (que era pro-liberal y anti-islamista a fondo, aunque cerraba un ojo y la mitad del otro y era sobre todo autoritario y policial) parece confirmarse: la sociedad está muy polarizada y el porvenir del nuevo régimen es problemático.

Concurrir y elegir

Llama poderosamente la atención en un país occidental que un referéndum constitucional solo motive a un tercio de la población (la vigente Constitución española fue votada por el 59 por ciento del censo con el 87 por ciento de aprobación). Este aparente escándalo debe ser relativizado: en Egipto se vota poco y, con frecuenta, mal: las redes clientelares han controlado tradicionalmente el sufragio en las zonas rurales, El Cairo – casi veinte millones de habitantes del total de 83 millones – es un país en sí mismo en el que ganó el no – y no hay una madura y mayoritaria clase media que haga o deshaga.

En realidad, la oposición sale bien librada en un país que, históricamente, le debía la victoria a la oposición islamista en tanto que único adversario irreductible de la dictadura ahora enterrada. Los islamistas son insoslayables en Túnez y en Libia, lo serán con toda probabilidad en Siria y sería anómalo que no lo fueran en Egipto… pero pueden retroceder fuertemente en las legislativas que, porque lo impone la nueva Constitución, deben celebrarse en dos meses.

El Frente de Salvación, pues, podría cambiar su derrota en victoria en esa elección. Atinó al pedir el no en la elección, para evitar contaminaciones con la abstención de la indiferencia, y si presenta, como es probable, candidaturas conjuntas y solventes puede tomarse una especie de revancha a finales de febrero… Si no lo consigue, será su final y nadie recordará ni su excelente registro en el referéndum ni la magra participación.

Los islamistas han ganado, Morsi ha prevalecido y a eso se acomoda el mundo, empezando por Washington, donde, por cierto, se han anudado ya relaciones calurosas y estables, es decir, estratégicas, con los Hermanos….