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España-Egipto: política e historia

Al contrario que en el Magreb, en Oriente Medio España no debe lidiar con la historia que ve a británicos y franceses como viejos ocupantes

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Un ministro como el de Exteriores, García Margallo, empeñado en relanzar la marca España, habrá comprobado que en Egipto lo tiene relativamente fácil sobre todo gracias al liderazgo mundial del fútbol nacional: la prensa egipcia, empezando por los grandes medios estatales como el diario “Al Ahram” o la agencia MENA, siguen al minuto la Liga española y nuestros futbolistas son populares.

El ministro está dando una dimensión fuertemente económica a su gestión y no ha vacilado en describirla como la de un peón en la recuperación económica por la vida del comercio internacional. Eso explica que haya presentado la próxima presencia de ministros españoles de varios ramos y la creación de un consorcio empresarial bilateral. Todo conforme a lo esperado. Pero también es relevante que el presidente Morsi, quien le recibió, haya aceptado una invitación para visitar oficialmente España.

Pero detrás de esta explícita atención a los números, el comercio y las empresas está también la política. España tiene en Egipto una excelente imagen por varias razones – singularmente por la posición de Madrid respaldando la reivindicación palestina – pero también porque, al contrario de lo que ocurre en el Magreb, donde España fue una potencia colonial europea, en el Oriente Medio no debe lidiar con la historia que ve a británicos y franceses como los viejos ocupantes.

Un poco de historia

En este marco, la política española es percibida en El Cairo como la de un socio o un amigo desinteresado, además de un país con parte de su brillante pasado – al-Andalus – vinculado a la civilización y la historia árabes y cuya escuela de eminentes arabistas es bien conocida y muy estimada allí. Entre nosotros la obra inmarchitable de don Emilio García Gómez se debe en buena parte a su visita a Egipto como joven graduado y su encuentro allí con el gran Taha Hussein.

Juiciosamente, cuando España tenía aún pocos medios, se preocupó de abrir un Centro Cultural Español y siempre la parte egipcia ha correspondido con otro en Madrid. Sorprende comprobar el número de intelectuales egipcios que hablan español, lo estiman y lo difunden. En el mundo diplomático oficial, en fin, la embajada en El Cairo es codiciada y tenida por un puesto eminente y difícil que han ocupado primeras firmas de nuestra diplomacia.

En un correlato más prosaico hay que subrayar que Madrid, bajo todos los regímenes políticos, sostuvo la causa de la liberación nacional egipcia, de hecho un protectorado oficioso británico hasta 1952. España cooperó con el largo gobierno de Gamal Abdel Nasser (hubo un encuentro en alta mar, en el Mediterráneo, no bien documentado, entre el carismático líder egipcio y el general Franco) y gobierno y sociedad entendieron muy bien la nacionalización del Canal de Suez en 1956, que una intervención militar anglo-franco-israelí – boicoteada por el Washington del general Eisenhower – no pudo impedir.

Un contexto grato

Estas pinceladas prueban que hay una curiosa relación poco publicitada, un poco para iniciados y especialistas, entre los dos países de los extremos del Mediterráneo. Y el ministro y su equipo habrán advertido la ausencia de toda tensión bilateral y pueden dar por hecho que trabajan sobre suelo antiguo y seguro para los españoles, como nos decía recientemente el Dr. Ibrahim Awad, con larga experiencia de España y ahora profesor invitado en la universidad americana de El Cairo.

Egipto ha llegado con el fin del régimen autoritario del general Mubarak a una encrucijada histórica: es una democracia en ciernes que para final de año será una democracia fuerte si, como está previsto, se aprueba la nueva Constitución ahora en trance de redacción por un comité de cien sabios de todos los colores. El presidente Morsi se está imponiendo con autoridad y gran destreza táctica y goza visiblemente del aprecio de Washington que (con más diligencia y perspicacia que muchos europeos, dicho sea entre paréntesis) comprendió que la revolución era irreversible.

En este marco bilateral, en ausencia de conflictos, con la prometida visita de Morsi, el apoyo del rey, tan al corriente de los asuntos árabes, y la recuperación económica egipcia que aseguran Washington y el FMI, España puede y debe ser una presencia activa y un actor relevante. Morsi ha marcado la pauta sobre cómo debe proceder el mundo islámico con la tragedia siria con un punto de vista que Madrid puede respaldar sin problema. Economía, pragmatismo, negocios…. pero también, y con mayúsculas, política e historia.