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Tito Vilanova, el estratega que sale de la sombra

El técnico azulgrana es un hombre meticuloso y con carácter que se ha ganado el respeto de los jugadores

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Cuando Tito Vilanova entró como entrenador en el fútbol base del FC Barcelona para hacerse cargo de un cadete repleto de talento por pulir, no podía ni imaginar que aquellos niños a los que ayudó a crecer son los que ahora, diez años después, le han abierto de forma indirecta las puertas del banquillo del primer equipo. En aquella temporada 2001-02, este enfermo del balón nacido en Bellcaire de l’Empordà (Girona) decidió colgar las botas definitivamente tras una lesión de rodilla en su último club como jugador, la ‘Grama’, en Segunda B, para final de una carrera que comenzó en La Masia junto a su inseparable amigo Pep Guardiola y que pasó por Figueres, Celta, Badajoz, Lleida y Elche, entre otros. Llegó a debutar en aquel primer Barça de Johan Cruyff en 1990, pero solo en un par de amistosos.

Centrocampista elegante y espigado, de buen toque, excelente lanzador de faltas, no tenía sitio y se buscó la vida por otros lares. Pero en diciembre de 2001 volvió para suplir a Benaiges en un Cadete B con el que comenzó a sentirse entrenador. Allí empezaban a destacar varios chavales descarados como Messi, Piqué, Cesc, Víctor Vázquez (Brujas) y Marc Valiente (Valladolid). En la temporada 2002-03 ya no los tuvo a sus órdenes, pues subieron al Cadete A, pero aquella experiencia común con tres de las hoy estrellas del equipo ha sido uno de los argumentos que han valorado Andoni Zubizarreta, director deportivo, y Sandro Rosell, presidente del club, para darle la alternativa.

Y eso que Tito duró poco como entrenador en el Barça. Se fue en junio de 2003 e inició un periplo que parecía apartarle de fútbol de élite. Entrenador del Palafrugell en Tercera, director deportivo del Terrassa en Segunda B… Pero todo cambió cuando Pep Guardiola se acordó de su compañero del alma en La Masia, cuando le ofrecieron el filial del Barça en la temporada 2007-08. Han trabajado cinco años juntos encadenando aquel ascenso a Segunda B con el Barça B con tres Ligas, dos Ligas de Campeones, dos Mundiales de clubes, dos Supercopas de Europa, dos Copas del Rey y tres Supercopas de España. Ha sido parte de todo, más que un ayudante para Pep, aunque ahora deberá asumir más responsabilidad.

«Después de lo que he pasado, esto es un juego de niños», comentó en su primera comparecencia pública, recordando esa grave enfermedad que sufrió la pasada temporada y que le hizo ver la vida de otra forma. Los jugadores creen en él porque le han visto luchar contra ese contratiempo y porque han comprobado en el césped que las numerosas jugadas de estrategia que dibujaba en las pizarras, uno de sus cometidos durante estos cuatro años, se convertían en realidad y en goles en los partidos.

Ha vivido a la sombra de Pep, pero eso no significa que no tenga discurso. En las entrevistas que concedió a los medios de comunicación (y a las que no se prestará más) lanzó mensajes contundentes, como cuando afirmó que el día que el Madrid cambió las condiciones del césped para intentar ganarles (semifinal de la Liga de Campeones 2010-11) «se convirtió en un club pequeño» y supo, añadió «que el pase a la final era nuestro». Quién sabe si aquello fue la semilla de la agresión de Mourinho meses después, un dedo en el ojo que muy a su pesar dio fama internacional a Tito. Ahora quiere que se hable por algo más importante. Quizás por convertirse en el hombre que hizo olvidar a Guardiola. Todo un reto.