Montoro, en 2002, con los últimos Presupuestos impresos. A la derecha, el pasado martes, con el código QR. / RC
TECNOLOGÍA

QR: el código mágico

Las cuentas públicas del Estado caben en una pegatina. Así son los códigos QR, que permiten acceder a la información a través de los teléfonos móviles

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, salió el martes a la palestra, el extraño código que mostraba en una cartulina le quitó protagonismo. Ese cuadrado de puntos contenía el camino a los Presupuestos Generales del Estado, esa pila de cifras que hasta hace nada ocupaba una furgoneta entera de folios y que hoy puede viajar en un tiempo récord por los teléfonos móviles de millones de españoles. Albricias. Hasta el año 2003, la imagen del día era la de una furgoneta con 50 cajas de folios (17.802 aquel año) con todo el detalle de las cuentas públicas. Después llegó la tecnología y los archivos de documentos de texto y de cálculo cabían en varios cedés, más tarde en un deuvedé, en una memoria USB y el martes, en una pegatina que enlaza a un archivo en la web. El código QR, ejemplo de que no perdemos el tren de la modernidad, se convirtió en la única buena noticia de estos famélicos presupuestos .

Si usted es de los que cuando ve un código como el de la derecha piensa que es una mancha o alguna etiqueta que se ha dejado el fabricante, no se sienta mal. No es un bicho raro. Le bastará saber que se enfoca con la cámara del teléfono móvil y un programa reconoce una información con la que puede navegar por internet, ver el vídeo del que le hablan en las páginas de un periódico, apuntarse a un concurso, facturar antes de un vuelo, votar en un concurso, comprarse un champú, conocer si le gusta el helado de chocolate a esa persona que ha ‘fichado’ en un concierto o apuntarse a una promoción de un restaurante. Hoy se puede hacer casi todo. Mañana se podrá hacer todo.

La miga tecnológica del asunto es inevitable, pero breve. La ‘mancha’ de los ’Quick Response Barcode’ o código de barras de respuesta rápida (a usted le basta con QR o Bidi) es un puzzle bidimensional que contiene una información que el ojo humano no lee. Los códigos de barras de toda la vida encierran números, pero estos llevan números y letras y muchas más cosas. Para leerlo están las máquinas. La mayor parte de los ‘smartphones’ puede hacerlo si su dueño se ha bajado una aplicación; las hay a decenas y gratuitas y muchas sirven para que usted mismo genere uno para lo que se le apetezca. Con esa aplicación y la cámara del teléfono, escanea el código. En un principio, los Bidi son lo mismo que los QR, aunque en rigor hay algunas diferencias técnicas y comerciales (la licencia está controlada por empresas y no se pueden generar códigos de manera gratuita).

Un invento japonés

Como muchas de las cosas que tienen que ver con los teléfonos, se fraguó en una empresa japonesa. Trabajaban para Toyota y querían fabricar unos códigos que se imprimieran fácilmente e hicieran circular rápidamente la información. Su objetivo era organizar el tránsito de centenares de miles de piezas en las cadenas de montaje de la firma japonesa. Pronto, el marketing se adueñó de la magia.El mercado asiático –donde se manejan los móviles más avanzados y los usuarios son más dados a investigar las novedades– ha invertido más en la forma de llegar al consumidor con los QR. Y esos ensayos ya son comunes en España.

Hay centenares de ejemplos curiosos para ilustrar cómo vender mejor gracias a esta tecnología. Es el caso de una empresa de supermercados que empapeló las estaciones de metro de Seúl, como si en las paredes hubiera estanterías con productos. Cuando esperaban los vagones, los clientes podían escanear con su teléfono los códigos de los productos y así añadirlos a una cesta virtual. El día elegido, tendrían la compra en casa.

Ligar por QR

Starbucks los incorpora a sus cartas para votar el café preferido de sus clientes, Maserati para diseñar el coche de los sueños de sus admiradores, una compañía de seguros permitía elegir la canción a escuchar en la parada mientras llegaba el autobús... El comercio, como la guerra, desarrolla la tecnología, pero probablemente su futuro esté en la comunicación, en la línea de lo que probó Heineken en Polonia. En un festival que organizaba la firma cervecera, cada asistente podía imprimirse un QR con sus datos, sus gustos y toda la información que quisiera dar de él. Después se pegaban la pegatina con el código en diversas partes más o menos