fútbol americano

Tom Brady y Eli Manning, duelo en la Super Bowl

Los 'quarterbacks' de los New England Patriots y los New York Giants miden sus fuerzas en Indianápolis

MADRID Actualizado: Guardar
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Millones de estadounidenses se levantan cada día acuciados por las deudas, desesperanzados ante la falta de perspectivas laborales y con la misión de hacer encaje de bolillos para dar de comer a sus familias con sus menguantes cuentas bancarias. Las televisiones arrojan cada hora noticias alarmantes sobre la economía y la situación política internacional. Sus políticos andan enzarzados en disputas partidistas mientras arraiga el sentimiento de que declina el poder de la superpotencia vencedora de la Guerra Fría a la vez que China emerge como un actor cada vez más poderoso en el teatro internacional.

Pero todo eso quedará aparcado este 5 de febrero cuando los New England Patriots y los New York Giants salten al Lucas Oil Field de Indianápolis, el estadio de los Colts. Allí tendrá lugar uno de los mayores eventos deportivos del planeta, la XLVI edición de la Super Bowl.

Las cifras hablan por sí solas. Más de 120 millones de estadounidenses contemplaron el año pasado la victoria por 31-25 de los Green Bay Packers sobre los Pittsburgh Steelers en el Cowboys Stadium de Arlington (Texas). A ellos hay que sumar los millones de espectadores que sintonizaron con la retransmisión en países situados por todo el globo. Los spots publicitarios se cotizan como si fuesen oro y colocar una marca en los segmentos habilitados para este fin puede costar cerca de dos millones de euros.

No es exagerado decir que medio mundo tendrá noticias de lo que ocurra durante o alrededor del choque de una u otra forma. Aunque solo les lleguen los ecos de las actuaciones musicales -este año Madonna será la encargada de entretener a los enfebrecidos fanáticos durante el descanso, como en otros años hicieron estrellas de la talla de los Rolling Stones o Bruce Springsteen- o las coreografías de las espectaculares 'cheerleaders', será imposible que pasen por alto un evento que paralizará hasta la ajetreada agenda de los aspirantes a la Casa Blanca. Del consumo de cerveza, perritos calientes o hamburguesas, mejor ni hablar.

El cielo o el infierno

Lo que en el Lucas Oil Field de Indianápolis se dirimirá es quién se lleva el Trofeo Vince Lombardi a casa, y eso son palabras mayores. Máxime si tenemos en cuenta la envergadura de los contendientes. Los New England Patriots y los New York Giants cuentan en sus vitrinas con tres victorias en la Super Bowl cada uno. Los primeros, encuadrados en la División Este de la American Football Conference (AFC) y afincados en Massachusetts, tuvieron en la pasada década su época más gloriosa, conquistando la gloria de la Super Bowl en 2002 -frente a St. Louis Rams-, 2004 -ante Carolina Panthers- y 2005 -imponiéndose a los Philadelphia Eagles-. Los segundos, adscritos a la División Este de la National Football Conference (NFC) se llevaron por primera vez el gato al agua en la Super Bowl de 1987 al doblegar a los Denver Broncos, repitiendo gesta en 1991 -frente a los Buffalo Bills- y en 2008 -ante los New England Patriots-.

Ese último partido, disputado en el University of Phoenix Stadium de Glendale (Arizona), está grabado en el alma de los seguidores de ambos conjuntos. Los Patriots llegaban a la cita tras rubricar una temporada inmaculada. Se habían impuesto en todos los partidos, liderados por su 'quarterback', Tom Brady, que fue escogido como jugador más valioso (MVP). Los Giants, por el contrario, habían mostrado numerosas debilidades y las críticas arreciaban contra su estrella, Eli Manning. Pero el sistema defensivo armado por los de Nueva York impidió a los de Nueva Inglaterra desplegar el juego arrollador al que estaban acostumbrados. A pesar de ello, los Patriots vencían por 14-10 a falta de menos de tres minutos para que finalizase el choque. Fue entonces cuando emergió el mejor Manning, quien secundado por David Tyree y Plaxico Burress, propició una victoria ‘in extremis’ de los Giants.

El precedente de 2008 otorga al duelo que se librará el domingo en Indianápolis un carácter especial. Los Patriots buscan cobrarse la revancha. Después de que su equipo se impusiese por 23-20 a los Baltimore Ravens, obteniendo así el campeonato de la AFC y logrando el billete para la Super Bowl, Tom Brady confesó a una emisora de radio que aún es incapaz de ver el resumen del partido de hace cuatro años. Considerado como uno de los mejores quarterbacks de todos los tiempos, el esposo de la modelo Gisele Bündchen sigue siendo incapaz de entender cómo se les escapó una victoria que parecían tener en su mano. Seguramente también le preocupa la derrota ante los Giants de este año en la temporada regular por 24 a 20. Manning, otra vez, le ganó la partida.

Perfecto exponente del éxito, Brady es consciente de que el pasado se olvida pronto dentro del mundo del deporte. Ha disputado cinco veces la Super Bowl y ha ganado en tres ocasiones. Pero perder ahora sería muy doloroso. Quedaría la sensación de que Eli Manning, el hermano del que posiblemente sea el único quarterback en activo mejor que él, Peyton Manning (Indianapolis Colts), sería el nuevo hombre a seguir. Pelear contra ese fantasma, evitar que atenace sus músculos y derrotar a sus fantasmas internos es el reto que tiene ante sí Brady. Si lo logra, podrá devolver el orgullo a la afición de los Patriots y, de paso, igualar al mítico Joe Montana, el hombre que más veces ha sido elegido MVP de la Super Bowl (tres).