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La máquina de jugar

Messi está ya a la altura de Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. Si le respetan las lesiones, será el mejor de la historia

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Aunque todavía quedan algunos cansinos empeñados en mantener vivo el debate sobre quién es el mejor jugador del mundo, basta con echar un vistazo a la gala anual de la FIFA en Zurich y comprobar cómo miran a Lionel Messi las antiguas estrellas del fútbol y sus propios compañeros nominados para dar por zanjada cualquier discusión. Lo dice todo que futbolistas como Rooney o Neymar, por ejemplo, miren al jugador de Rosario como a ellos mismos les miran millones de niños en todo el mundo. Es su ídolo. Y me temo que lo sería incluso de Cristiano Ronaldo si, en algún lugar de su camino desde Funchal al estrellato, el portugués no se hubiera visto afectado por esa especie de síndrome de la reina de Blancanieves que le impide aceptar que hay alguien mejor que él.

En realidad, la única discusión que cabe sobre Lionel Messi es la de si nos encontramos o no ante el mejor futbolista de todos los tiempos. Que ya comparte espacio en el Olimpo con los cuatros grandes de la historia según el canon vigente -Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona- está aceptado. ¿Pero llegará a ser el número 1? Reconozco que este tipo de distinciones y jerarquías me interesan bastante poco. Creo que no tiene mucho sentido comparar jugadores de épocas tan diferentes y más teniendo en cuenta que nadie sabe muy bien cómo hacer este tipo de análisis y comparativas sin ser arbitrario. Yo al menos no lo conozco. Pero en este caso voy a hacer una excepción y mojarme: si las lesiones le respetan y puede hacer una larga carrera, Lionel Messi será el mejor de todos los tiempos.

Reconozco que tenía algunas dudas sobre ello. Uno ha sido demasiado 'maradoniano' como para no tenerlas. Y no sólo eso. Uno ha conocido a demasiados exjugadores y viejos aficionados de paladar fino que se reían cuando alguien les cuestionaba que don Alfredo había sido el mejor. Si ahora tengo una opinión firme y me pongo así de sentencioso es por culpa de una entrevista que leí hace unos días al periodista argentino Leonardo Faccio, autor de 'Messi', quizá el mejor libro que se ha escrito sobre el genio de Rosario. Faccio hace un gran retrato psicológico de su personaje, del que cuenta algunas cosas interesantísimas que yo desconocía: que duerme dos o tres horas de siesta porque no sabe en qué pasar el tiempo, que es incapaz de leer un libro o ver completa una película porque se aburre, que cuando su profesora de Primaria le pidió que escogiera para disfrazarse un animal con el que se sintiera identificado eligió el caracol, que era tan tímido que se comunicaba con la maestra a través de una niña que era como su ventrílocua, que nunca aprobó un examen porque sólo pensaba en el fútbol, que antes de los grandes partidos se comporta igual que si fuera a jugar una pachanga con los amigos porque pensar le cansa y le agobia...

La entrevista me dejó pensativo. Por un lado, celebré que Messi hubiera triunfado en el fútbol y ya no fuera el niño extraño, casi autista, que era en su infancia. Sigue siendo un chico infantil, tímido y reservado, pero al menos ya habla un poco en público, se bandea mal que bien entre los focos y soporta con exquisita profesionalidad los agobios del estrellato. Por otro lado, sentí pena por él imaginando el día en que ya no pueda jugar al fútbol. ¿Qué hará con su vida? ¿Podrá soportar tanto aburrimiento? ¿Le matará la nostalgia cuando vea los videos de sus mejores partidos? No lo sé. Lo que me quedó claro tras leer la entrevista a Faccio es que este chaval es una máquina de jugar al fútbol, la mejor que ha habido hasta la fecha. Y no lo digo sólo por sus condiciones físicas o técnicas. Maradona, por ejemplo, las tenía tan buenas como él o superiores. Lo digo porque a Messi nada le distrae del fútbol.

Si la Tyrell Corporation creara un Nexus 6 futbolista sería muy parecido a él, es decir, un atleta perfectamente diseñado para este juego y desprovisto de cualquier debilidad humana que le pudiera perjudicar en la función para la que fue creado. Tiene razón Santi Segurola cuando dice que Messi es Maradona todos los días. Está hecho así, para deslumbrar con regularidad, para convertir lo excepcional en costumbre. Se podría decir que Maradona era un replicante de una generación anterior. Estaba menos perfeccionado. Era dolorosamente humano y, claro, se drogaba, se iba de putas y uno se lo podía encontrar borracho en una discoteca a las cuatro de la mañana haciendo rabonas con una naranja. Ahora bien, tampoco nos olvidemos de una cosa. De esa humanidad sacó el 'pibe' la grandeza heroica que le llevó a ser un caudillo feroz capaz de ganar él solo un Mundial. Messi no está preparado para una hazaña semejante, de ahí sus problemas en la selección argentina. 'La pulga' necesita a su alrededor compañeros que le entiendan, paz y armonía, mucha armonía, que nada le disturbe ni le obligue a pensar en algo que no sea el disfrute de jugar, jugar y jugar. Este es su punto débil, lo único que le hace un futbolista humano, lo que quiere decir imperfecto, aunque tan pocas veces lo parezca.