José Manuel García-Margallo y Marfil, nuevo ministro de Asuntos Exteriores. / Foto: Archivo | Vídeo: Atlas
El Gobierno de Mariano Rajoy

García-Margallo, casi como volver a casa

Es una sorpresa, ya que su condición de eurodiputado le tiene materialmente alejado de la escena matritense

MADRID Actualizado: Guardar
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El nombramiento de José Manuel García-Margallo y Marfil como ministro de Asuntos Exteriores en el nuevo Gobierno de Mariano Rajoy es una sorpresa solo relativa, porque su nombre sí aparecía en algunas previsiones de los así llamados cenáculos políticos. Con todo, se puede ver como una novedad para las mayorías porque su condición de eurodiputado le tiene materialmente alejado de la escena matritense.

La cartera, por lo demás, con su peso y su significación innegables, no suscita un interés desmedido entre el público porque la crisis económica y el escenario financiero copan casi al cien por cien el interés y el otro tema de gran calado, el terrorismo de ETA, está, por fortuna, en una irreversible fase final. Con todo, parece una opción muy razonable, porque más allá de su condición de persona de toda confianza del presidente (como todos los ministros, descritos como rajoistas) y su brillante currículo profesional y académico, es persona solvente, ha visto muchas cosas a sus 67 años y conoce bien los dossiers centrales que le aguardan.

La política exterior de un país maduro, miembro activo y diligente de la UE y de la OTAN no puede –ni debe– cambiar gran cosa. La continuidad es un pecado solo si es sinónimo de pereza o de rutina, pero una virtud si traduce fiabilidad ante terceros. Pocos campos hay mejores que la política internacional de un Estado para juzgar su conducta y la previsibilidad de la misma que la acción exterior y el relevo de sus ejecutantes. Para citar un buen ejemplo en la superpotencia, anote el lector que Obama conservó como Secretario de Defensa a Robert Gates, nombrado por Bush, y acertó de plano entre otras cosas porque así envió una señal de inteligente continuidad.

Parlamento Europeo

García-Margallo es, de oficio, Inspector Fiscal y sus estudios fueron de derecho y economías. O sea, no es diplomático profesional ni, para decirlo enseguida hace falta que lo sea. En todos los gobiernos de la posguerra española ha habido diplomáticos y no diplomáticos y está claro que la carrière no garantiza una buena prestación. Incluso hay países donde es incluso inimaginable que un profesional asuma el ministerio, como Italia (y si ahora tiene uno, Giulio Terzi de Sant´Agata es, justamente, porque hay un gobierno de… solo técnicos).

Políglota, con excelentes estudios en el extranjero, jurista reputado y profesor aniversario, se ha ocupado en el parlamento europeo de asuntos iberoamericanos, (los problemas de la Comunidad Andina en particular) y parece persuadido de algo que todo gobierno español asume desde hace mucho tiempo: la importancia de la lengua española al servicio de la comunidad hispano-americana, que Rajoy mencionó incluso en su discurso en la sesión de investidura.

Veterano en la política interior, los jóvenes apenas recordarán al activo diputado o director general ucedista García-Margallo, uno de esos treintañeros de entonces que desde una procedencia monárquica y bajo Adolfo Suárez, labraron la Santa Transición, ahora en vías de cuarteamiento por empeños revisionistas que no cabe describir aquí, pero que ha servido y bien al país. Así pues, es un ministro potente, con mucha experiencia y cierta edad. ¿Le recomendará al presidente Rajoy que mantenga el hábito de hacer a Marruecos su primer desplazamiento al extranjero? Anécdotas aparte, habrá mucha continuidad en la acción exterior española y el ministro García- Margallo, además, será sin duda sensible a la necesidad de que su ministerio atienda con cierta prioridad los asuntos económicos.