Álvaro de Luna, ayer en la mesa de los cómicos del Café Gijón. / E. MEGÍAS
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El Algarrobo se queda solo

Álvaro de Luna volvió a la mesa de los cómicos. Por primera vez sin su amigo. «Esto nos va a pesar mucho»

MADRID Actualizado: Guardar
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Álvaro de Luna se sienta en la mesa de la tertulia de los cómicos, solo por primera vez, sin la compañía de su maestro, contertulio, compañero y amigo Manuel Alexandre. Calla y mira por la ventana por la que pasa la tarde de Madrid con un gesto que evidencia que no es un buen día para él: «Esto nos va a pesar mucho», dice un día después de despedir a Manuel Alexandre. Para ser justos, no era el último en las Filipinas de la intelectualidad del local. Queda Álvaro de Luna, El Algarrobo de 'Curro Jiménez', que hoy sí es el mayor del cartel y también el pintor Pepe Díaz, el actor José Manuel Cervino y pocos más. Después de la guerra fueron muchos y con muy poco dinero. «Íbamos al café, entre otras cosas porque no había calefacción y allí nos pegábamos toda la tarde a base de un cafelito y muchos vasos de agua, algunos hasta cuatro», explica el intérprete, de 75 años.

«Al margen de las tendencias de los grupos de intelectuales, todos teníamos en común la afición por las artes». Alexandre entró como candidato a escritor y se hizo maestro de la escena, pero le daba a todos los palos. El intérprete, que en su día declaró que las dos cosas que más adoraba en el mundo eran las mujeres y los percebes, acostumbraba a enrollar el tique de la cuenta, mojarlo en los posos del café y pintar señoras desnudas, «que era lo que le gustaba».

A De Luna le pesan las ausencias como losas, pero las carcajadas se abren paso entre los recuerdos y los conceptos. En una ocasión, le preguntó a Alexandre sobre qué le gustaría hacer en la vida y le respondió por derecho: «Ya lo hago... Es ir a un restaurante por las noches y volver a mi casa en taxi», le respondió. Fernando Fernán Gómez fue aún más claro: «A mí lo que me gusta es hablar». Con esos mínimos, fueron felices y el respeto que se mantenían unos a otros les permitió pasar la Dictadura y la Transición alrededor de una mesa en la que «siempre se contaban anécdotas con aire de cuento, sin ser mentira... no siempre».

«Han jodido la tertulia»

Ya no ocurre. Para el actor, tiene la culpa el cambio de los tiempos. «La gente es menos confesora. La relación con la mujer es distinta: antes te ibas después de comer y adiós muy buenas, ahora no. En general la sociedad del bienestar nos ha hecho vivir mejor. Tenemos televisión, internet, calefacción... Pero nos han jodido la tertulia».