Revueltas en el mundo árabe

La Liga Árabe, contra Siria

La resolución se ha votado en El Cairo por 19 votos contra dos (Líbano y Yemen) y la abstención de Iraq

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El acuerdo propuesto a Siria por la Liga Árabe y entera y completamente aprobado por el gobierno de Damasco el pasado día dos, parece caduco desde hoy tras la decisión del organismo interárabe de suspender al país árabe a partir del martes próximo salvo que lo aplique íntegramente y cancele la represión contra la revuelta en curso desde hace ocho meses.

El comité ministerial de la Liga (nivel de ministros de Exteriores) presidido por el de Qatar (que también es el poderoso primer ministro qatarí y miembro de la familia real, Hamad ben-Jassim al-Thani) aprobó la resolución pertinente hace unas horas en El Cairo por 19 votos contra dos (Líbano y Yemen) y la abstención de Iraq.

Técnicamente, todavía no es la suspensión definitiva, un modo de expulsión de hecho de la organización, pero considerando los precedentes hay unanimidad en prever que Damasco no hará nada especial para evitarla porque ha ido demasiado lejos y, para decirlo todo, porque la oposición en auge percibe viento en popa y tampoco dará facilidades. O, al menos, la parte central de la oposición.

El acuerdo imposible

Cuando el régimen sirio, muy nacionalista y puntilloso y conocido por su actitud hostil a toda interferencia en sus asuntos, aceptó el arreglo, se pudo pensar que había sufrido un infrecuente ataque de sentido común, había sopesado sus fuerzas, consultado con Moscú y finalmente asumido el plan pacificador de la Liga desde el criterio de que, a fin de cuentas, el contexto árabe era menos extranjero, si vale decirlo así.

El plan era elemental: las fuerzas de seguridad debían terminar la represión, empezar a retirarse de las calles y volver a sus cuarteles, liberar a los detenidos políticos, permitir a la prensa extranjera entrar en el país e informar libremente, abrir un comprobable diálogo político con la oposición y confirmar un calendario electoral con nuevas leyes. Todo bajo una supervisión de observadores de la Liga Árabe, que informarían de los progresos.

El inconveniente central de la sensata propuesta es que llegaba más bien tarde para el gobierno y, sobre todo… para los rebeldes que, con más de tres mil muertos en sus filas en esos días, no pudo sino percibir la propuesta – sin serlo – como un salvavidas a un régimen del que solo esperan su caída. Es verdad, por lo demás, que la Liga no fue muy explícita en su petición a la oposición de que debía prescindir de la oposición armada. Y para eso también era tarde.

La evolución de la resistencia

Ese dato, el de las expresiones diversas de la revuelta, era ya decisivo a primeros de noviembre, cuando fue negociado en Damasco y Doha el acuerdo. Se había producido un deslizamiento hacia la guerrilla urbana animado por un número creciente de desertores que se unieron a la rebelión con sus armas. El régimen no ocultó algo que todos los observadores anotaron: el fuerte incremento de bajas entre las fuerzas de seguridad (algunos golpes con una docena de muertos entre los uniformados) y la consolidación en la vecina Turquía de un mando militar del llamado “Ejército Libre Sirio” animado por el más conocido de los desertores, el coronel Ryad al-Assad.

La agencia oficial SANA empezó a mencionar a diario los funerales y entierros de los paisanos y militares muertos por los rebeldes (“mártires” en la jerga oficial) en una operación más sutil de lo que parece: la de sugerir que una guerra civil animada por islamistas armados (terroristas) empezaba. Tampoco era del todo falso porque se advirtió un hecho inquietante y pedagógico: la rebelión se centró en los grandes baluartes islamistas, Hama y, sobre todo, Homs, donde ya hace casi treinta años el presidente Assad (padre) debió sofocar a sangre y fuego un alzamiento que dirigió el tío del presidente, y hoy en desgracia, Rifaat al-Assad, a quien hemos visto mucho por la Costa del Sol hace algunos años.

Así, pues, el discurso político del gobierno cambió hacia una denuncia de la acción “terrorista”, incluido un ataque frontal a Washington porque el Departamento de Estado, sorprendiendo bastante, recomendó a los revoltosos que no aceptaran entregarse, parte del programa de excarcelación y amnistía previsto en el acuerdo. Al mismo tiempo, se fomentó con éxito la unidad de los factores que componen el régimen, muy complejo y basado en una coalición de minorías (alauíes, cristianos de todas las extracciones, laicos y burguesía comerciante) contra la pretendida o cierta, amenaza del radicalismo integrista sunní (ala militante de los “Hermanos Musulmanes”).

La oposición dividida

El gobierno también supo “hacer política” y se dedicó a aplicar su propio plan de normalización (conferencia política nacional, nueva ley electoral, nueva Constitución, calendario electoral…) vendiéndolo como podía a la oposición tradicional, si vale decirlo así, que, siendo genuina, respetable y bien conocida (con figuras como el reverenciado Michel Kilo en cabeza) seguían en Damasco y se decían hostiles al recurso a la violencia armada.

Eso funcionó bastante y al gran exponente opositor nacido en Ankara a finales de agosto, el “Consejo Nacional Sirio”, le salieron competidores: el “Comité Nacional Sirio de Coordinación” y el “Comité de Coordinación Nacional pro-Cambio Democrático”, rival del anterior. Esta rivalidad, que podría haber sido hábilmente estimulada por los servicios secretos sirios, se evidenció el jueves en El Cairo, cuando opositores exiliados allí tiraron huevos y piedras a cuatro representantes del primero de ellos que acudían a la sede de la Liga.

Por si fuera poco el antes todopoderoso vicepresidente de la República Abdelhalim Jaddam, exiliado en París, ha creado un llamado “Comité de Apoyo a la Revolución” y tiene al Consejo por “los islamistas y cuatro más”, aunque parece la instancia más organizada, mejor financiada y – un dato de peso – a la que la Liga Árabe ha mencionado para que los estados miembros empiecen a hablar con él en lo que parece una exhortación inquietante para el régimen: que consideren reconocerlo como el genuino gobierno sirio, algo parecido a lo sucedido en Libia. Un cambio político decisivo si se busca el aislamiento diplomático de Siria.