perfil

El ocaso de Berlusconi

El primer ministro italiano es es camaleónico y se adapta a cualquier situación

ROMA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuántas veces tendría que haber dimitido ya Silvio Berlusconi? Se ha perdido la cuenta, pero la más reciente, el 'caso Ruby', es muy buena. De las mejores. Todo un primer ministro llamó el 27 de mayo del pasado año a las once de la noche a la comisaría central de Milán para que soltaran a una joven detenida por robo, una atractiva menor marroquí de 17 años apodada Ruby Robacorazones y que había conocido en sus célebres juergas. Además mintió diciendo que era pariente de Mubarak, el presidente egipcio. Envió a buscarla a una consejera regional de Lombardía, Nicole Minetti, para que se hiciera responsable de su custodia. Minetti, por otro lado, es otra chica mona, ex azafata televisiva, que conoció como ayudante de su dentista y a los tres meses era candidata a las elecciones. La fiscal de menores no autorizó la custodia -«si es sobrina de Mubarak yo soy Nefertiti, reina del Nilo», argumentó- y ordenó que fuera enviada a un centro de acogida, pero se desoyeron sus indicaciones. Minetti, por otro lado, nada más salir se despidió de ella e incumplió la asignación de la custodia. De hecho, Ruby fue detenida de nuevo una semana después.

Esto es la parte más grave del asunto y lo tiene todo: tías, amiguitas enchufadas en política, abuso de poder, caciquismo, trolas descaradas, derroche de dinero... Las personas que facilitan amiguitas al mandatario son investigadas por favorecer la prostitución y Ruby se llevó 7.000 euros de una noche en Arcore, la mansión de Berlusconi en las afueras de Milán. Aunque asegura que no hizo nada y sólo fue porque se apiadó de ella y de su trágica historia personal. Es casi natural preguntarse que, si el magnate se pringa por una chavalita de una noche detenida por robo, qué hará por los compañeros del colegio. Han surgido nuevos detalles picantes sobre las fiestas del primer ministro, con un nuevo término para el uso coloquial, el 'bunga bunga', un supuesto juego sexual que culminaba las fiestas con al menos una decena de chicas. «Que pase la siguiente», decía el magnate en la piscina, rodeado de su harén, según ha contado una nueva prostituta que también ha salido a la palestra, Nadia Macri. Asegura que cobró 5.000 euros dos veces por acostarse con el líder del centro-derecha. Esta semana se ha celebrado la Conferencia de la Familia y sus organizadores han preferido que no la inaugurara el primer ministro.

Los fiestorros de Berlusconi ya son de dominio público desde su primer escándalo sexual en mayo de 2009 -la menor Noemi Letizia, que le costó el divorcio- y el culebrón de ese verano con la prostituta Patrizia D'Addario y otras que saltaron a las revistas contando sus inolvidables experiencias. En esas mágicas veladas, entre otras cosas, Berlusconi pone a las chicas vídeos de sí mismo, cuenta chistes, cantan himnos en su honor y les hace regalitos. Lo de ahora no es nuevo, pero sí lo es el asombroso abuso de poder de la llamadita a comisaría. Hasta hace nada no habría tenido consecuencias, porque la coalición de Gobierno de centro-derecha ha tragado hasta ahora con auténticos portaviones de vergüenzas ajenas, pero este último escándalo ha estallado en un momento crítico. Su aliado Gianfranco Fini ha acelerado la ruptura definitiva con él a raíz del escándalo y esta semana ha dado la puntilla al Ejecutivo: o Berlusconi dimite o le hará caer él, pues el 'Cavaliere' se ha quedado sin mayoría parlamentaria. La caída de Berlusconi es inminente y el escenario que se abrirá después es, por primera vez en casi dos décadas, muy incierto.

Desde 1994, cuando se presentó a las primeras elecciones, la incógnita en Italia ha sido si alguien podía evitar que Berlusconi arrasara en las urnas. Frente a una izquierda siempre precaria, el bloque de centro-derecha se ha mostrado sólido: junto al magnate estaban la Liga Norte de Umberto Bossi, el partido post-fascista de Gianfranco Fini y los democristianos de la UDC de Casini. Casini fue el primero en largarse en 2008, pero ahora también le ha abandonado Fini. El frente del centro-derecha aparece dividido y la gran novedad es que una parte es francamente reacia a Berlusconi, pues con Fini y Casini se ha llegado a la animadversión personal. Es decir, el voto católico tiene ahora una alternativa al 'Cavaliere'. Desde hace más de un año se habla del 'post-Berlusconi', pero por primera vez se perfila como una posibilidad real. Quizá se aproxime el fin de una tragicomedia que ya ha durado demasiado. Debe considerarse otro dato: acaba de cumplir 74 años. Por meras razones cronológicas, no le queda mucho como líder. Aunque el panorama quedará aún más enrevesado, con tres grandes bloques, o 'polos', como se dice en Italia, pero puede haberse terminado la fase napoleónica del berlusconismo. La moción de censura pende desde el viernes sobre su cabeza.

Los abusos del magnate

No obstante, Fini y familia han tardado quince años en darse cuenta de la catadura de su líder. Su caída hacia lo más bajo empezó hace mucho tiempo. Una breve historia, simplemente asociando ideas de carrerilla, es una montaña rusa de la democracia. Puede comenzar, por ejemplo, en la misma mansión de Arcore de las fiestas de Ruby. Berlusconi la compró en sus inicios, en 1974 y ya se define perfectamente el personaje. El magnate se hizo con ella tras una tragedia familiar: el marqués Casati Stampa mató a su mujer, al amante de ésta y luego se suicidó. Su fastuosa villa -145 habitaciones y una pinacoteca con un Tintoretto y un Tiepolo- fue heredada por la única hija, de 19 años. Ingenua, abatida y deseosa de huir del pasado, la puso en venta. Su abogado se llamaba Cesare Previti y se hizo cargo de todo. Le encontró un comprador, Berlusconi, pero en realidad se puso a trabajar para él y le sacaron la casa por una cifra irrisoria, 500 millones de liras. Berlusconi tardó seis años en pagar, viviendo ya dentro. Luego le compró un gigantesco terreno de 246 hectáreas sin pagar una lira, con un confuso cambio de acciones que al final resultaron valer la mitad de lo previsto. Después, recalificado el terreno, construyó y ganó 10.000 veces lo invertido. La pobre heredera despidió a Previti, claro, pero él llegó a ser ministro de Defensa en el primer Gobierno de Berlusconi, en 1994. Ganó las elecciones con un partido fundado junto a su mano derecha, Antonio Dell'Utri, condenado por asociación mafiosa y embajador ante Cosa Nostra de sus intereses. Previti también acabó condenado dos veces por corromper jueces, una de ellas con dinero del magnate para darle el control de la editorial Mondadori, que aún posee y dirige su hija. Berlusconi se libró de la condena por la prescripción del delito. Previti sacó el dinero para comprar jueces de una de las 64 sociedades 'off shore', en paraísos fiscales, que tenía el 'Cavaliere' para desviar el dinero negro de su imperio audiovisual, como se demostró en el proceso 'All Iberian'. Por cierto, en este juicio declaró un abogado británico, David Mills, artífice del tinglado financiero, pero recibió dinero de Berlusconi para mentir y encubrirle en ese y otro proceso. Todo esto está confirmado en los tribunales, pero los delitos han prescrito. El mandatario se ha librado al menos cuatro veces de una condena por este motivo. En el resto de sus juicios, si no hubiera estado en el poder y hubiera cambiado leyes que afectaban directamente a sus procesos, habría sido condenado al menos en otras cuatro ocasiones más. Como aún tiene tres procesos pendientes, sigue siendo una buena razón para intentar mantenerse en el poder.

Lo anterior ha sido sólo una pequeña muestra de su historial. Pero la cuestión clave, a fin de cuentas, es que los italianos ya saben más o menos todo o se lo imaginan, pero le han seguido votando en masa. Quizá pronto la palabra vuelva a ellos en unas elecciones anticipadas y se verá si aún les seduce. Pero es arriesgado darle por acabado. Estos días ha salido en Italia un libro de título esclarecedor: 'Berlusconi explicado a las generaciones venideras', del periodista Beppe Severgnini, agudo analista. Es un ensayo para que los próximos italianos, o los extranjeros actuales, puedan comprender cómo ha sido posible una figura así. La tesis, ya clásica, es que representa como nadie lo más íntimo e inconfesable de los italianos. «Ha sido nuestro cómplice. La izquierda siempre nos ha dicho lo que tenemos que hacer, pero él nos perdona lo que ya hemos hecho: favores a los amigos, ir con mujeres, evadir impuestos,... Es una absolución andante que absuelve a los italianos», dice el autor.

El libro explica que Berlusconi tiene el perfecto perfil del italiano medio. Quiere a sus hijos, habla de su madre, entiende de fútbol, hace dinero, ama las casas nuevas, detesta las reglas, cuenta chistes, dice tacos, adora a las mujeres y las juergas. «Ha llegado lejos alternando autopistas y atajos. Es un anticonformista consciente de la importancia del conformismo. Alaba a la Iglesia por la mañana, los valores de la familia por la tarde y a la noche se lleva chicas a casa. Es espectacular y consigue perdonarse casi todo», resume Severgnini. Además añade que el 'Cavaliere' es un vendedor nato y ha creado un mundo virtual con sus televisiones. Que es camaleónico y se adapta a cualquier situación. Que le han favorecido el odio anticomunista de muchos italianos, que prefieren cualquier cosa a la izquierda en el poder, y el Vaticano, a quien preocupan más las leyes favorables que los malos ejemplos. El libro se abre con una frase del cantautor Giorgio Gaber: «No tengo miedo de Berlusconi en sí, tengo miedo de Berlusconi en mí».