El presidente de Siria, Bashar El-Asad./ Ap
análisis

El 'Afganistán sirio'

MADRID Actualizado: Guardar
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No se puede reprochar al colega británico Andrew Gilligan una especie de neutralidad profesional cuando - en gran exclusiva - publica hoy en 'The Sunday Telegraph' una entrevista con uno de los blancos más ansiados del periodismo internacional: el presidente sirio, Bashar el-Assad. Le sacó lo que queríamos oir todos: que si eso que llamamos para entendernos “Occidente” se atreve a intervenir en la crisis siria, él provocará un terremoto en la región y emergerá un Afganistán o más ….

En el escenario del encuentro puede intuirse la mano de Buthaida Shaaban, la poderosa asesora política y de prensa del presidente que, sin duda, estaba al corriente de la petición de entrevista de Gilligan. Optaron por la extrema sencillez y la apariencia de normalidad: donde el periodista esperaba encontrar seguridad draconiana, un palacio, la TV estatal cerca para grabarlo todo y solemnidad formal, halló a un individuo vestido con camisa y vaqueros en un estudio privado lejos del centro de Damasco, solo y dispuesto a hablar sin más.

No sabemos quien fue el intermediario, el hombre a quien el colega cita y que estuvo presente, pero podríamos suponer que los largos años de estancia del joven Bashar en Londres (donde se hizo oftalmólogo porque no esperaba tener que asumir la sucesión de su padre, reservada al hermano mayor, Basel, muerto en un accidente de tráfico en 1994) pueden explicarlo: un amigo común de los viejos tiempos…

Reafirmación y matices

El presidente, en puridad, no ha dicho nada extraordinario ni muy novedoso, salvo, tal vez, el reconocimiento de que al principio de la revuelta las fuerzas de seguridad cometieron muchos errores en la represión, sin hacer los pertinentes distingos previos. Por lo demás, sus palabras se han basado en dos criterios que son la invariable defensa conceptual del régimen, y esto desde siempre: a) Siria no es Túnez ni Egipto ni Yemen, tiene otra historia y otra composición social; b) en caso de operación extranjera en el conflicto presente, el régimen abrirá la caja de los truenos, provocará un terremoto en la región (…) y en ella aparecerán uno o más Afganistán.

Hay, pues, dos líneas: la reafirmación en el sentido de que los sirios lavarán su ropa en su patio y sin aceptar la menor interferencia exterior para salvaguardar la complejidad del Estado y la sociedad y la asunción de los errores cometidos y, sobreentendido, en vías de arreglo por un control estricto del comportamiento del poderoso aparato de seguridad (militar y policial).

El asequible, sencillo y anglófono Bashar, con todo, no debió convencer del todo al colega Gilligan, quien optó por un género híbrido, la entrevista-artículo, en la que las frases entrecomilladas del presidente alternan con otros testimonios, muchos de ellos de opositores convencidos de que el gobierno solo quiere ganar tiempo e imponerse sobre el terreno. Como si el medio no quisiera parecer un mero portavoz del denostado régimen.

La evolución sobre el terreno

Desafortunadamente, no se dice nada del esfuerzo en marcha, vía Liga Árabe, para encontrar todavía un desenlace desde el diálogo político y las reformas legales pactadas que, según el poder, están en marcha. En ese escenario la declaración coincide exactamente con un momento crucial porque cuando se distribuía, estaba ya en Doha (Qatar) la delegación siria que, encabezada por el influyente ministro de Exteriores, Walid Moallen, se disponía a sostener con el comité ministerial de la Liga, presidido por el primer ministro qatarí, Hamad al-Thani, la esperada sesión negociadora tras su visita a Damasco el miércoles pasado.

Entre tanto, sobre el terreno, se registra una notable evolución del conflicto que no perjudica necesariamente al régimen: se confirma poco a poco lo que se llama pudorosamente militarización de la oposición (o sea, el recurso a medios militares) hecha posible por las deserciones registradas en el ejército y la entrada en acción nada menos que bajo protección turca y en suelo turco del sedicente “Ejército Sirio Libre. El gobierno no lo oculta y todavía hoy mismo la agencia oficial SANA da cuenta del entierro de quince militares, incluidos dos oficiales y varios suboficiales muertos a manos de terroristas.

Si se añade que la rebelión armada prácticamente se circunscribe a Hama y Homs, los baluartes islamistas (y en menor medida a la provincia de Idlib en la frontera con Turquía) el discurso oficial gana fuerza: ¿y si un triunfo de la revuelta, insertada en la primavera árabe es una insurrección de los milicianos de los “Hermanos Musulmanes” y, en realidad, una embrionaria guerra civil? Siria no es Líbano, pero se le parece y una caída del régimen, en eso no miente Bashar, abriría una caja de truenos que libanizaría el país… escenario a su vez digno de reflexión porque se ignora un hecho curioso: Líbano, una democracia de base estrictamente comunitaria, es el único país árabe donde no hay la menor reclamación popular por un cambio de régimen ¿Notable, verdad?