Ilustración de Javier Muñoz.
Relatos de verano

Desde la resaca

VITORIA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No sabe cómo fue a parar ante él, en su abulia, ese pequeño álbum de fotografías. Debió ser mientras buscaba en inapropiado lugar un cepillo de dientes y éste le observaba desde el vaso donde residía habitualmente, sobre el lavabo y sobre el espejo.

El espejo, devolviendo la imagen de un semiborroso adefesio a quien pidió perdón, pues le resultó desconocido, fue la causa de tamaño despiste. Aquí están Esther y mis pequeños –«os quiero».

Reconoce escenas vividas un año antes. Sí, debió ser… La cabeza parece balancearse o tal vez sea la habitación tomando vida. En tal trance trata de poner orden, lugar y nombres. «Esta es Marta mi niña, sí.» Ayer debí atravesar el interior de una gran juerga. El caso es que no recuerdo. «¡Hombre aquí está mi campeón jugando conmigo en la arena!»

No sé, pero debió de ser genial. He de recordar mejor esas aventuras perseguidas durante años, bueno, recuperadas, se escucha. Intenta reencarnar alguna escena para sacar provecho al leve dolor de cabeza ante la impresa mirada de Esther como dardo inquisitorio.

Se deja caer sobre la cama entre amalgamadas escenas que van y vienen. Poco a poco el puzle encaja. ¡Ya! Aquel establecimiento, un local normal… y yo. Yo, embutido en mi estupidez. Pero… ¿qué quiero demostrar? Poseo cuanto cualquiera deseara, de acuerdo, más. Esta ocasión nunca vivida desde mi matrimonio tampoco era cuestión de desperdiciar.

«Si sabéis cuanto os quiero» – Ante él las figuras de su familia fijando miradas, conmociona al aprendiz de parrandero.

Tan solo apuré unas copas tratando de sobreponerme a esa absurda timidez. Es cierto, aquella rubia merecía la pena. Además… ¡cómo miraba de reojo cuando fingía estar distraído! Toma la foto de su mujer de nuevo. Ella se acercó. La invité, no sin haberse hecho de rogar. Me fui soltando… y bebiendo, y… Te lo juro, estoy en blanco. Dudo si deseo ver reproducida tan lamentable actuación, o quizás un desconocido aire desenvuelto…

Levanta su renqueante figura y, de nuevo en el lavabo, se encara al antipático espejo. Algo ha mejorado. Ya conoce al individuo enfrentado a pesar del pelo revuelto y unas ojeras como kokotxas de merluza. Ocurre que al lado del cada vez más familiar reflejo, Esther le encara preocupada.

Otro tramo de recuperación apoyado en su amigo Ángel. ¡Que buen camarada! Aunque no logra situar coincidencia alguna entre ambos.

¡Papá! ¿Dónde estabas ayer? – intuye un eco.

Suena el teléfono con insistencia. Sin ganas, pero eludiendo la testaruda melodía, contesta.

– Dígame. ¡Vaya, Angelito! Supongo que debo a tu gran corazón el haber despertado bajo mi techo. Siento no recordar tan bochornosa situación.

– No importa, coincidimos a la salida de un garito que visité como premio a mi también estrenada libertad veraniega. Estabas lamentablemente sentado en un cubo de basura mascullando algo sobre una rubia que no aparecía, y sin embargo regalabas sonrojantes piropos.

– Me siento avergonzado. Debemos quedar un día de estos. Tengo un abrazo pendiente para ti.

– Está bien, admitiré tu abrazo y además el importe de la carrera hasta el dulce hogar. Tu billetera estaba tan vacía como tu sensatez. Algo tendría que ver esa rubia…

– Maldita hija de…

Indaga en el bolsillo interior de la americana. En efecto, esa mal nacida lo desplumó.

– ¡Papá! ¡Cuídate mucho y ven pronto!

– Te llamaré Angelito, queda de mi cuenta.

– Desconfía de las rubias noctambulas… Su relación con el alcohol es muy estrecha.

– Gracias, lo haré, repito, estoy avergonzado…

Y más que debieras –siente como le reprocha Esther.

Algunos necesitan autentificar su hombría fuera de casa cuando debieran doctorarse al revés.

Refresca su cara en un intento de dar esquinazo a esa acusatoria voz.

– Prometo –se sincera consigo– no volver a lucir este machismo inocente, Esther, y novato, vergonzantemente novato. ¡Cómo pude ser víctima tan facilona! ¡Ni de jovencito!

– Papá, estarás tan triste solo… Por favor ven…

Esta misma noche volveré a poner en circulación el reto surgido… No pensará poder anularme otra rubia.